Recomienda el apóstol Pablo a los creyentes de Tesalónica, que sigan animándose y edificándose unos a otros tal como lo estaban haciendo.
Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis. (1 Tesa. 5:11)
Y lo recomienda, después de haberles recordado de qué manera fueron a ellos y como, con la ayuda y respaldo de Dios, les predicaron La Palabra para alcanzar a muchos de ellos. (Hechos, 17:1-9)
Debían, según san Pablo, seguir animándose y edificándose unos a otros para poder seguir alcanzando a otros muchos para el Reino de Dios. De ahí que san Pablo les diga a los tesalonicenses que reconozcan y estimen a los que les presiden en la obra, porque el reconocimiento y la estima, además de animar, llenan de paz los corazones:
Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra. Tened paz entre vosotros. (1 Tesa. 5:12-13)
Al igual que también les ruega que amonesten, alienten, sostengan y sean pacientes con todos, es decir, unos con otros, debido a que en ocasiones necesitamos ser animados y en otras necesitamos animar:
También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos. (1 Tesa. 5:14)
Pero resulta, que al no tenerse en cuenta las recomendaciones del apóstol Pablo, y como los verbos animar y edificar, deben conjugarse en presente, el animar y edificar está cayendo en desuso. En todo caso, se han cambiado dichos términos por sus correspondientes antónimos.
Así que: El que anima, edifica. Y está haciendo una gran obra; el que hace lo contrario, pues ya se sabe…..
¿Podrías pensar en ello?