Herman@s que bendicen con su presencia

Durante una conversación informal que mantuvimos un reducido número de hermanos en la fe, uno de ellos,  José Luis,  nos compartió la necesidad  y lo bueno que es para los creyentes el congregarse. Y sobre todo,  congregarse para orar. Y al orar, orar en voz alta y comprensible,  para animar  a los demás.

Añadiendo, que no ya sólo orando nos animamos  y bendecimos unos a otros, sino que hay herman@s que con su sola  presencia animan y bendicen a otros. De ahí la necesidad de congregarnos.

Al regresar  a  casa “rumiando” lo que hablamos,   recordé  el salmo 133;  ya que dicho salmo viene a decirnos, parte, de  lo que estuvimos conversando.

¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía! 
Es como el buen óleo sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el borde de sus vestiduras; como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion; Porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna.
 (Salmos 133)

Y esto es así, porque  el (buen) óleo que desciende sobre la cabeza del sumo sacerdote, hasta cubrirle todo el cuerpo, simboliza el Espíritu Santo descendiendo sobre la Iglesia que es el cuerpo de Cristo.

Y el rocío al bajar del cielo  silenciosamente, conociendo los beneficios que aporta a los campos,  es  el emblema de las  bendiciones que (silenciosamente) el Señor, derrama sobre los suyos, al congregarse en su nombre.

Pero que para que todo esto acontezca,  el punto de partida debe ser que exista  armonía entre los creyentes, que no es ni más ni menos que el ajustarnos, a pesar de ser diferentes, unos con otros bajo la dirección del Espíritu Santo,  en el nombre de Jesús.

Entonces, es cuando el Padre Eterno, al congregarnos,  manda bendición y vida eterna.

¿Podrías pensar en ello?

 

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