El Beso de Judas.

 

 

Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre? (Lucas, 22:48)

Nunca he podido llegar a comprender que motivó al apóstol Judas para entregar a su Maestro.

¿Fue tal vez, porque tenía alma de ladrón? O ¿porque le defraudó?, como apuntan algunos; O ¿porque así tenía que ser? Para que se cumplieran las Escrituras. La pura verdad, es que no lo sé.

Lo que sí sé, es que el Señor no hizo diferencia entre Judas y el resto de los apóstoles. Es más, le dio un cargo de confianza, el de tesorero. Así y todo le traicionó.

Al igual que no comprendo, como algunos que llamándose hermanos, y por lo tanto hijos de Dios, critican, calumnian, juzgan y condenan a otros hermanos, que también son hijos de Dios. Y a menudo sin conocerles, simplemente por lo que “dicen que han oído” de ellos.

La verdad es que no lo entiendo, cuando la Palabra de nuestro Padre Dios, en la que todos creemos, (los juzgados y los que juzgan) y que casi diariamente todos solemos leer y meditar en ella, es muy clara al respecto:

Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez.

Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro? (Santiago, 4:11-12)

Y sin embargo se sigue murmurando y juzgando. ¿A que cuesta entenderlo?

 

¿Podrías pensar en ello? 

 

 

 

Un comentario sobre “El Beso de Judas.

  1. Amado: Yo creo que esto es parte de la naturaleza humana, la deslealtad, la infidelidad del pueblo de Dios y la murmuración, crítica y chismes entre los ministros Levitas. Que han corrompido el pacto de Jehová con Leví. ¿No tenemos todos un mismo Padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios? ¿Por qué pues nos portamos deslealmente el uno contra el otro, profanando el pacto de nuestros padres? (Mal. 2:5 y 10)

    Esta palabra es para los levitas, mas Dios nos ha llamado a ser sacerdotes de Dios (2ª Cron 29:11) y purificar nuestras vidas para entrar a la Casa de Dios a ministrarle a EL y no seguir solamente ministrando delante del pueblo (Ez. 44:11-14) Bendiciones y adelante. Santiago.

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