La oración preventiva

 Leí recientemente que una de las necesidades de la Iglesia  actual es la de aprender a orar,  porque  no  se ora;  o si se ora,  se ora mal.

En la congregación a la que pertenezco además de de dar a conocer el evangelio de Jesucristo,  enseñamos guitarra y piano.  En algunas otras se enseñan idiomas, oficios, manejo de computadoras u otros conocimientos, para atraer a la gente y que no se nos vayan.

Pero no  se enseña a orar.

Y no enseñamos orar porque nadie nos lo pide. Y lo curioso es que  mientras escribo esta reflexión, caigo en la  cuenta que   nosotros, en nuestra congregación,  tampoco ofrecemos esa enseñanza, cuando la oración, debería ser una de las principales actividades a tener en cuenta.

Y que  tal vez,  deberíamos poner un anuncio que dijera: SE ENSEÑA A ORAR.

Porque incluso los discípulos de Jesucristo, al ver  el resultado de las oraciones de Jesús,  a pesar de que como  judíos,  se supone  que sabían orar, le pidieron a su maestro que les enseñara a orar al igual que el Bautista enseñó a los suyos.   Se lo pidieron y a orar les enseñó:

Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos. 
Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.  
(Lucas, 11:1-4)

Oración modelo, que con el tiempo para algunos, ha quedado en  letra muerta, por el apego que tenemos los creyentes a las cosas del mundo,  que dificultan nuestra relación con Dios, quedando por este motivo,  muchas de nuestras oraciones,  sin respuesta o en suspenso:

Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? (Santiago 4:3-5)

Así que,  deberíamos aprender a orar bien. Porque,  oración es dirección.

Y deberíamos aprender  a oran debidamente, porque además de los motivos de oración que encontramos en  la primera de las epístolas de Timoteo (1 Tim. 2:1) y que a continuación transcribimos, “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres” existe un tipo  oración que además de ser especial,  es personal. Oración que pasa desapercibida  para muchos y para otros es desconocida. Oración que  nos previene  de los males que a uno mismo   le  pueden acontecer.

Se trata de la oración preventiva.

Oración que al abrirle nuestro corazón, con los deseos, dudas  e inquietudes que en él anidan,  al Padre Eterno, conseguimos estrechar nuestra relación con Él. Y que al estrecharla,  nos ayuda a mantenernos alejados de toda actitud,  acto  o comportamiento, vedado a un hijo de Dios, cerrándole   el paso a la   tentación, y por lo tanto, evitando el alejarnos de Dios. Recomendación, el de la oración preventiva,   que les dio el Señor Jesucristo  a sus discípulos para evitarles males mayores:

Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron. 
Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación.
Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró,
diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.
Cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza; y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en tentación.  
(Lucas, 22:39-46)

Generalmente solemos hacerlo  al revés,  oramos  desconsolados,  cuando hemos  entrado  o más bien caído,  en  la tentación.  Tentación que no es ni más ni menos todo aquello que nos atrae y seduce,  sin ser  capaces de confesárselo al Señor, a pesar de saber que deberíamos hacerlo,  para prevenir la caída.

Porque si  la definición de «entrar» es: Pasar de un lugar al interior de otro lugar cerrado o limitado, a través de una abertura o paso.  «Entrar en tentación»  significa, según Santiago,  pasar del espacio de libertad espiritual en  Jesucristo,  a la oscuridad  del pecado,  a través de  nuestros malos deseos:

…Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.
Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte
. (Santiago, 1:14-15)

Así que, para evitarlo sería bueno seguir la recomendación del Señor Jesucristo y tener muy en cuenta el orar para no entrar en tentación, porque oración es relación.

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

2 comentarios sobre “La oración preventiva

  1. muy cierto y necesario esta oración preventiva, conociéndonos a nosotros mismos y examinándonos mejor en la presencia del Señor a la luz de las escrituras no sólo no caeríamos tanto sino que viviríamos menos condenados y más libres.
    imprescindible estar sensibles a la voz del Espiritu cuándo nos muestra una debilidad, y ser humildes para reconocerla y confesarla. Y por supuesto permitir por la entrega a Él que nos transforme, cambiando todo lo que deba tocar, para traer el cambio y el carácter de Cristo ( sobre mí la primera)
    Un saludo amado Antonio y familia.

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