En un anterior artículo titulado, EL LLAMADO DE DIOS, tomamos como ejemplo a cinco personajes bíblicos, a los que el Señor llamó, capacitó y utilizó. Tres hombres, una mujer y un niño, que al llamarles el Señor, le siguieron. Dejando atrás relaciones, bienes, y tal vez, incluso sueños, para servir al Señor y ser parte de su propósito.
Abraham, tuvo que dejar su tierra y su parentela, para poder bendecir a todas las familias de la tierra a través de su descendencia.
Moisés, tuvo que dejar una vida cómoda y segura, para liberar de la esclavitud a Israel, darles leyes y llevarles a la tierra prometida.
Ana, tuvo que desprenderse de su anhelado y amado hijito, para dedicarlo al servicio de Dios.
Samuel, tuvo que dejar su infancia, su corazón de niño, para servir a Dios, como profeta y juez en Israel.
Pablo, tuvo que desprenderse de la alta posición alcanzada entre los fariseos, para dar conocer el evangelio de Jesucristo, a los gentiles.
Personajes, los que acabamos de mencionar que no eran diferentes a nosotros, en cuanto a pasiones u errores, como menciona Santiago en su epístola, al poner como ejemplo al profeta Elías, (Sant. 5:17) y que a continuación vamos a poder comprobar. Inciso este, debido a que pensamos o más bien estamos seguros de que no podemos entrar en el propósito de Dios, debido a que no damos ni la talla, ni el perfil espiritual que para ello se requiere.
Abraham, era un idólatra cuando Dios lo llamó. (Josué 24:2-3) si] Y que cobardemente se escudó mintiendo detrás de su mujer, para salvar su vida. (Gén. 12:11-13)
Moisés, hijo y nieto de esclavos y abandonado por sus padres. (Éxo. 2:1-3) Mató a un hombre y después huyó. (Éxo. 2:11-12)
Ana, mujer amargada al no poder tener hijos. Injuriada por su rival y siempre con el temor de de ser repudiada por su marido. (1 Sam. 1:4-6)
Pablo, perteneciente a una secta cuyos miembros se consideraban superiores al resto de la gente, ayudaba y consentía en la muerte de los cristianos y los perseguía. (Hechos 22:19-20)
Samuel, prácticamente un huérfano, se crió sin una madre, que la cantara una “nana” ni le cobijara en su regazo, como cualquier niño de su edad.
Por lo tanto, si utilizásemos nuestros propios baremos para evaluarlos, los que utilizamos para evaluarnos a nosotros mismos, nos daríamos cuenta que estos personajes no estaban capacitados (según nuestro criterio) para ser parte del propósito de Dios.
Así que, debemos darle gracias al Dios que nos rescató, de que sus pensamientos (baremos) no son nuestros pensamientos, porque nosotros, evaluamos lo que somos; el Señor, lo que llegaremos a ser en sus manos. (Isaías, 55:8-9)
Por lo tanto, aunque creamos que no damos la talla para estar al servicio del Señor y menos aún para ser llamados por Él para servirle, en Cristo, todos hemos sido llamados.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. (Hechos, 2:39)
Así que, como la familia en su concepto original, (Gén. 2:24) actualmente, es una de las instituciones más “cuestionadas” tratando de sustituirla por otros diseños diferentes al original, el Señor está llamando a las familias, tal cual, para que con su testimonio, den a conocer su Nombre y sean de bendición para otros.
Pero que para ello, es menester tener en cuenta lo que el Señor requiere de cada uno de los miembros de la familia, como a continuación vamos a ver:
El Esposo: Que los maridos amen a sus mujeres como a sus propios cuerpos, porque el que ama su mujer a si mismo se ama.(Efe. 5:28)
El Motivo, ser eficaces en la oración: Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo. (1 Pedro, 3:7)
Porque a pesar de que delante del Señor no hay varón ni mujer, el Señor, en el hogar, ha delegado su autoridad en el varón, (1 Cort. 11:3) siendo él, el que tenga que sacar cuando fuere necesario, el pecho por su mujer, debiendo aportar lo necesario para el buen funcionamiento de su casa, tanto a nivel espiritual, emocional como material. Esta debería ser nuestra parte como esposos, a pesar de tener esposas a las que podríamos añadir un amplio abanico de adjetivos calificativos, además de difíciles y respondonas.
En caso contrario, nuestras oraciones, peticiones u acciones de gracias, al ser estorbadas, no van a poder llegar a su destino, al perderse en el camino.
Esposas: Las casadas que estén sujetas a sus maridos como al Señor. (Efe. 5:22-23)
Motivo, ganar almas. Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa. (1 Pedro, 3:1-2)
Porque así como la mujer sabia con sus manos edifica su casa, la necia con sus manos la derriba. (Prov . 14:1) Y la necedad viene, cuando no se tiene en cuenta lo establecido por Dios, al no aceptar el rol de esposa, al sentirse (tal vez) superior a su marido. Rol que no es la de sumisión incondicional, sino el de ayuda necesaria e idónea para edificar un hogar de paz, armonía y concordia, y que al anidar el amor de Dios en él, muchos sean atraídos a los pies de Jesucristo.
Padres: Y vosotros padres, no provoquéis ira en vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación en el Señor. (Efe. 6:4)
Motivo, para no desalentarles ni intimidarles. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten. (Col. 3:21)
Porque muy a menudo, nuestros hijos son los receptores de nuestra frustraciones y errores, sobre todo, cuando no cumplen con las expectativas que teníamos con ellos y para ellos. Olvidando que a pesar de ser nuestros hijos, y tal vez aún pequeños, se les puede herir con mucha facilidad, al no sentirse apoyados por quienes deberían hacerlo. Cuando lo bueno, según Dios, sin menospreciarlos u humillarlos, debería ser corregirlos debidamente cuando la situación así lo requiriera. Para que sobresaliendo por encima de toda disciplina, el amor que se tiene por ellos, les motive con nuestro ejemplo, a querer acercarse al Señor.
Hijos: Hijos, Obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. (Efe. 6:1-3)
Motivo, la obediencia agrada a Dios. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor. (Col. 3:20)
Y la agrada a Dios, porque la obediencia es hija del respeto y de la honra que se les debe a los padres, (Éxodo, 20:12) entendiendo que son ellos, los padres, los que se apartan a un lado para que sus hijos se les adelanten en todo, en educación, en cultura, en calidad de vida, etc., etc., y sobre todo en interceder delante del Trono de Gracia para que el que está sentado en él, les guarde de todo mal.
Así que, no sé, aunque me gustaría, que a través de estas breves pinceladas, nos diéramos cuenta, de lo importante que es la familia en el propósito de Dios. Para que sin alardes, ni palabrería religiosa, al ocupar y ocuparse cada uno, del lugar que le corresponde en la familia, muchas otras familias sean ganadas para Cristo.
Cantad a Jehová cántico nuevo; Cantad a Jehová, toda la tierra.
Cantad a Jehová, bendecid su nombre; Anunciad de día en día su salvación.
Proclamad entre las naciones su gloria, En todos los pueblos sus maravillas.
Porque grande es Jehová, y digno de suprema alabanza; Temible sobre todos los dioses.
Porque todos los dioses de los pueblos son ídolos; Pero Jehová hizo los cielos.
Alabanza y magnificencia delante de él; Poder y gloria en su santuario.
Tributad a Jehová, oh familias de los pueblos, Dad a Jehová la gloria y el poder. (Salmos, 96:1-7)
Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios