Mateo, en su evangelio, nos dice que recorría el Señor Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas, predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y dolencia en el pueblo. (Mateo, 4:23)
Pero no sólo enseñaba y predicaba en las sinagogas, sino que lo hacía en cualquier lugar donde hubiera gente, incluso en campo abierto, como sucedió una vez que hubo escogido a los doce que iban a ser sus discípulos: Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que había venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades. (Lucas, 6:17)
En esta ocasión, habló el Señor (entre otras cosas) sobre el corazón del hombre, porque el corazón, según la Biblia, es el asiento donde se encuentra la voluntad, la actitud y las intenciones de las personas. Como si de un “centro de control se tratara” (Fil. 4:6-8) para ordenar pensamientos y sentimientos.
Les dijo el Señor Jesús a la gente que le oía: El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca. (Lucas, 6:45)
Dando a entender que podemos guardar (atesorar) en el corazón y en abundancia, cosas buenas y cosas malas para valernos de ellas llegado el momento. Para ello puso como ejemplo a los árboles, porque cada árbol se conoce por su fruto. Ya que por mucho que se esfuerce un espino, nunca producirá higos y ni de la zarza se vendimiarán uvas. (Lucas, 6:44)
Ahora bien, como la abundancia a secas se refiere a una gran cantidad de algo, sin concretar que, podemos guardar en el corazón abundancia de quejas, miedos, ira, incredulidad, envidia, etc., etc., o abundancia de amor, gozo, paz, paciencia, bondad, fe, etc., etc., que saldrán a la luz, cuando menos lo esperemos, porque lo que sale de la boca, del corazón sale. (Mateo, 15:18-19)
Entendiendo por lo expuesto, que lo que sale de nuestra boca, nos define lo que somos como persona. (Prov. 27:19) Aunque también se puede dar el caso, que en el corazón guardemos a la vez para confusión ajena y descrédito propio, cosas malas y cosas buenas, como señala Santiago “el hermano del Señor”: De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce. (Sant. 3: 10-12)
Por lo que el Señor Jesús, conociendo el contradictorio y engañoso corazón del hombre, (Jeremías, 17:9-10) quiso que aprendiéramos de Él a ser mansos y humildes de corazón; aconsejando a los que le oían, que se hicieran tesoros en el cielo, porque allí, en el cielo, al estar ocupado su corazón (Mateo, 6:21) “en las cosa de arriba” harían morir todo aquello que contamina al hombre.
Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. (Efesios, 4:29-32)
Y como los de limpio corazón (Mateo, 5:8) serán los que verán a Dios, sería bueno atender las recomendaciones que, para ello, nos dan las Sagradas Escrituras:
Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón; Porque son vida a los que las hallan, Y medicina a todo su cuerpo. Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida. Aparta de ti la perversidad de la boca, Y aleja de ti la iniquidad de los labios. (Proverbios, 4:20-24)
Porque toda la Escritura es inspirada por Dios, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y enteramente preparado para toda buena obra. Así de simple.