¿Donde están tus frutos?

 

Durante una conversación telefónica que mantuve hace unas fechas con  un hermano en la fe, me confesó al sincerarse conmigo,  que se sentía culpable  por no haber podido llevar a nadie  nuevo  a su iglesia. Entendiendo (es lo que me imagino)  que se refería llevarlos a  los pies de Jesucristo.  Aunque, después de haberle  oído, tengo la impresión,   de que más bien, le hacían sentirse culpable. Porque no se trataba  de que no hablase o testificase de Jesucristo, sino que no lograba convencer a nadie para que diese el deseado paso.

Situación esta,  que de cuando en cuando, le recordaban. Y no   solo a él,  sino (según me dijo) que para motivar a los miembros de la  iglesia a la que pertenece, después  de preguntar (de manera general)  cuantos años  se llevaba en la fe,  se lanzaba al aire la siguiente  frase:  ¿Dónde están tus frutos? Dando a entender que los frutos de un cristiano son las conversiones que se puedan conseguir.

Así que una vez terminada la conversación, me vino a la mente Noé, hijo de Lamec, nieto de Matusalén y biznieto de Enoc, el que  se llevó Dios.  Y que según Las Escrituras, a pesar de ser Noé varón justo y perfecto entre los de su generación y caminar con Dios como su bisabuelo y hallar gracia ante  los ojos del Señor, no pudo ganar a nadie para Dios.

Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. 
Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón.
Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho.
Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová.
Estas son las generaciones de Noé: Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé.
(Génesis, 6:5-9)

Era un tiempo más o menos como el de ahora, la gente “vivía feliz sin Dios”.  Porque para muchos el Señor es un estorbo, y los que quieren vivir en obediencia a Dios también lo son. Porque los que viven en obediencia a Dios creen en lo que el Señor dice y comparten  con otros   lo que creen de Dios, que no es ni más ni menos  lo que se conoce por evangelizar. Pero que para ello según san Pedro, se necesitan algunas cosas además de creer:

Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, 
por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia;  vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.
Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.
(2 Pedro, 1:3-8)

Noé, era un hombre que molestaba porque en su condición  de hijo de Dios,  el hacer,  para él, ocupaba el primer lugar y después el enseñar;  porque ¿Cómo se pueden enseñar cosas que no se hacen?

Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe.  (Hebreos, 11: 7)

Y a pesar de anunciar a tiempo y a destiempo  el juicio de Dios, sin que nadie le creyera, siguió Noé construyendo el arca (como el Señor le mandó) para él y para su familia. Porque su familia debía entrar con él en el arca.

Construir y  anunciar  era el trabajo de Noé.  Construir, y anunciar  debería ser  también nuestro trabajo, aunque nadie nos crea. Porque  ahora,   al igual que en los días de Noé, la gente come y bebe, se casa y se da en casamiento, sin importar como o con quien. Porque la maldad que el Señor vio en la tierra, al llevar a cabo los hombres que Él creó  todo lo que el Señor no aprobaba,  y sin ser  precisamente  cuestiones bélicas,   como algunos suponen,  si no casos de inmoralidad manifiesta y  a gran escala,  llegaron a pervertir según los designios de sus corazones (al igual que ahora)   lo establecido por el Señor. Actitud que les llevó a desacreditar y a subestimar a Dios,  cuando al Señor, por mucho que se quiera,  nadie le  puede desacreditar y menos aún  subestimar, porque:

¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! (Isaías, 5:20)

Entiendo por todo lo expuesto que el fruto o los frutos de los que hemos conocido al Señor, no solamente se trata de conseguir llevar gente a los pies de Cristo,  que también, porque está  escrito: ……. “Saludad a Epeneto, amado mío, que es el primer fruto de Acaya para Cristo”. (Romanos, 16:5)

Sino que, llenos del  fruto del Espíritu Santo (Gal. 5:22-23)  ir construyendo nuestra arca ,   sin dejar de anunciar,  aunque nadie nos crea, La Palabra de Dios;  así de simple,  porque  al llegar el tiempo de Dios, acontecerá, se crea o no se crea,  lo que escrito está.

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. 
Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre.
Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre.
Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre.
(Mateo, 24:35-39)

Así que, por sus frutos los conoceréis. (Mateo, 7:20)

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

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