En la segunda de las cartas que el apóstol Pablo les dirige a los corintios, les comunica que está preparando una nueva visita para aclarar algunos asuntos sobre falsa doctrina y falsos apóstoles, entre otras cosas. Recordándoles además que él, nunca sacó provecho económico de ellos, si no, todo lo contrario:
He aquí, por tercera vez estoy preparado para ir a vosotros; y no os seré gravoso, porque no busco lo vuestro, sino a vosotros, pues no deben atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos. Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos. (2 Cort. 12:14-15)
Por lo que, como padre y pastor, al reflexionar sobre “tener que atesorar para los hijos” según señala el apóstol Pablo, que sabemos tenía el Espíritu de Dios, (1 Cort. 7:40) para ampliar mi “visión del tema” busqué la definición del concepto atesorar, en la Real Academia de la Lengua Española, que lo define como:
1.- Reunir y guardar dinero o cosas de valor.
2.- Tener muchas buenas cualidades, gracias o perfecciones.
Que como se puede comprobar no solo se trata de bienes materiales perecederos, sino también de bienes inmateriales (espirituales)
No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. (Mateo, 6:19-21)
Porque como padres, el legado más importante que podamos dejar a nuestros hijos es un tesoro en los cielos, y esto sólo se consigue siguiendo al pie de la letra las instrucciones del Señor, como está escrito:
Amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas. (Deut. 6:5-9)
Y no solo para nuestros hijos es la herencia, también para nuestros nietos:
Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos. (Deut. 4:9)
Entendiendo, además, la gran responsabilidad que como padres tenemos ante Dios, ya que, dependerá de nuestra actitud ante la Palabra de Dios, el obtener bendición o maldición para nuestros hijos y nietos.
No tendrás dioses ajenos delante de mí.
No harás para ti escultura, ni imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.
No te inclinarás a ellas ni las servirás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y que hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos. (Deut. 5:8-10)
Los padres, aunque no queramos, somos el espejo de nuestros hijos, ellos reproducen fielmente “todo lo que ven en nosotros y escuchan “son muy receptivos, absorben todo lo que está a su alrededor y somos nosotros, sus padres, las personas mas cercanas a ellos y sus modelos a seguir, de ahí la importancia, si es que hemos conocido al Señor Jesucristo, de atesorar para ellos, firmes convicciones y buenas acciones. (Efesios, 4:29-32)
Hijo mío, guarda mis razones, y atesora contigo mis mandamientos. (Prov. 7:1)