Afanes, Engaño y Codicias.

 

 

Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar; y al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron.
Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra.
Pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.
Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto.
Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.
Entonces les dijo: El que tiene oídos para oír, oiga. 
(Marcos, 4:3-8)

Y les dijo: ¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?
El sembrador es el que siembra la palabra.
Y éstos son los de junto al camino: en quienes se siembra la palabra, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita la palabra que se sembró en sus corazones.
Estos son asimismo los que fueron sembrados en pedregales: los que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo; pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan.
Estos son los que fueron sembrados entre espinos: los que oyen la palabra, pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno. 
(Marcos, 13-20)

Es la parábola del sembrador, una de las más conocidas y expuestas por un sinfín de expositores bíblicos (predicadores) para que meditemos y reconsideremos que a parte de la excelente calidad de la semilla, que es la Palabra de Dios, debemos de tener en cuenta la actitud de los que la reciben.

Pues bien, hace unas fechas un hermano de nuestra congregación, José Ángel, para ser más exactos, nos trajo una reflexión sobre la Palabra que fue sembrada entre espinos.

Nos habló este hermano, sobre los espinos, de la fortaleza de dicha planta y de la cantidad de variedades que existen, desarrollando su exposición sobre el paralelismo existente entre las plantas y los creyentes, que es en concreto de lo que trata la parábola del sembrador, pero que a él, le llamó poderosamente la atención “los sembrados entre espinos”. Porque para ahogar una planta, con dejarla crecer cerca o entre plantas dañinas, como los espinos, es más que suficiente.

La verdad es, que el motivo de que en muchos de nosotros no se produzca el fruto que se supone, debe dar la Palabra de Dios (la buena semilla) es porque estamos ahogados espiritualmente; ya sea por las ambiciones que nos envuelven (afanes), por el ansia de adquirir riquezas y bienestar (engaño), o por la avidez y el deseo de otras muchas cosas (codicias); así de claro.

Porque lo que nos dice La Palabra, es que los que fueron sembrados entre espinos, son gente que está y forma parte de la iglesia, no que “se hayan ido”, pero que por vivir “asfixiados” no dan ningún tipo de fruto espiritual; por lo tanto son improductivos, para el Reino de Dios.

Gente que tal vez, por su formación, situación o forma de vida les cuesta desarraigarse de pensamientos y costumbres adquiridas a lo largo de su vida, al haber crecido “espiritualmente” entre ellos, y que en vez de secar con la Palabra de Dios a los espinos que les rodean, son estos los que les han llegado a ahogar.   (Jeremías, 15:19)

Pero que el Señor por medio de su Palabra aún puede corregir esta situación si es que sin cuestionarla, y con la ayuda del Espíritu Santo, aún se cree en ella. Cambiando para ello todo afán por la santificación:

Más ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. (Rom. 6:22)

El engaño de las riquezas, por la ciencia, conocimiento y justicia de Jesucristo:

Y esto os pido en oración, que vuestro amor abunde aún más y más, en ciencia y en todo conocimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo, llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.   (Fil. 1:9-11)

La codicia de las cosas que nos atraen con mucha fuerza, por el conocimiento de la voluntad del Señor, así como por sabiduría e inteligencia espiritual, para llevar a cabo buenas obras:

Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios.  (Col. 1:9-10)

Así que aún hay esperanza para todos aquellos que sintiéndose asfixiados o ahogados por las circunstancias en las que se encuentren, el Señor de Gloria ha preparado una salida para los que en verdad deseen liberarse de los afanes y deseos engañosos que en realidad solo conducen a alejarnos de Dios. (1ª Juan, 2:15-17)

Sin olvidar nunca que para que todo cambio sea una realidad, nuestro esfuerzo, (porque debemos esforzarnos) debe ir unido a la acción redentora de nuestro Salvador y Señor Jesucristo.

Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.  
(Juan, 15:4-5)

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

 

 

3 comentarios sobre “Afanes, Engaño y Codicias.

  1. Gracias a Dios, que en Él siempre hay esperanza, solo nos falta nuestra disposición. Muchas gracias y muchas bendiciones para todo el centrocristianolavila. Manuel.

  2. Muy cierto, hoy en día nuestros «frutos» esta constantemente bajo el asedio de la in-productividad y debemos de cuidar que nuestras decisiones no afecten el «buen y gustoso» resultado de lo que Dios nos a dado.

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