La sal, según cualquier diccionario, nos dirá que es una substancia ordinariamente blanca, cristalina, de sabor propio bien señalado, muy soluble al agua, crepitante en el fuego, y que se emplea para sazonar los manjares y conservar las carnes.
Según la Biblia, el Señor Jesús dijo, que nosotros, sus discípulos, somos la sal de la tierra:
Por lo tanto debemos ser como la sal ordinaria; blanca, cristalina, alegre, que sazone los corazones y conserve la carne, junto con el espíritu.
Si no lo hacemos así, no servimos, ¿y que se hace con la sal mala e insípida?.
Buena es la sal; mas si la sal se hiciere insípida, ¿con se sazonará?
Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos
para oír, oiga. (Lucas, 14:34-35)
La Gloria sea siempre para nuestro Dios.