Dice la Palabra de Dios, que en el principio la Tierra estaba desordenada y vacía.
Y dijo Dios… sea la luz y fue la luz; este fue el primer día de la creación de Dios. Y dijo Dios… hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, y creó Dios al hombre su imagen y semejanza; y este día fue el día sexto. (Gén. 1:1-2,6)
Desde el primer día al sexto, fueron separadas las aguas de las aguas; se juntaron las aguas (mares) y se descubrió lo seco (la tierra firme); produjo la tierra hierba y árboles; alumbraron en los cielos, por primera vez, el Sol, la Luna y las estrellas; los peces y las aves surcaron los mares y los cielos, y las bestias y todo tipo de animales poblaron la tierra
Y por último, una vez que Dios había concluido todo lo que había creado para el hombre, lo creó a él, a su imagen y semejanza lo creó, para que tomara posesión de todo lo creado.
Todo esto me hizo reflexionar, de que en primer lugar en nuestra vida desordenada y vacía (sin Dios) debe haber un principio, y este principio, es que se haga la luz de Dios en nuestra vidas.
Una vez echa la luz, podremos ver con total nitidez, el orden y la justicia de Dios.
Pero, para poder disfrutar de toda la creación de Dios y tener una relación fluida con Él, debemos llegar a ser hechos, a imagen y semejanza de Dios.
¿Podrías pensar en ello?