Durante varios años, en mi juventud, el judo era mi deporte favorito; deporte que aprendí durante mi servicio militar y que practicaba con regularidad para mantenerme en forma.
Y una de las cosas que me hacían sentir orgulloso del judo, era del dominio propio que podía conseguir al practicarlo. Eso creía. Porque el dominio propio es la capacidad que nos permite controlar a nosotros mismos nuestras emociones, y no que estas nos controlen a nosotros, quitándonos la posibilidad de comportarnos adecuadamente en determinados momentos o situaciones. (Prov. 16:32)
Al tiempo comencé a leer la Biblia y mi asombro fue total al leer que, el dominio propio que con tanto esfuerzo intentaba conseguir, a través de horas y horas de entrenamiento, el Señor lo daba a todos aquellos que estaban a su lado; así sin más, a los que Él llamaba para servirle:
Porque no nos ha dado espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. (2ª Timo. 1:7)
Comprendiendo además, que no era solamente, (como pensaba que era) mantener la calma ante cualquier agresión física, para responder adecuadamente.
Sino que, el dominio propio no es ni más ni menos que cordura.
Cordura para hacer frente a situaciones complejas y/o adversas, con valentía, autoridad y amor de Dios.
Así que dejé el judo y el dominio propio que este me ofrecía, pidiéndole al Señor que a través de su Espíritu controlara todo mi ser, para poder obtener el dominio propio que el me podía ofrecer, al estar a su servicio. Comenzando a practicar lo que el apóstol Pedro recomienda:
Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al efecto fraternal, amor.
Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuento al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. (1ª Pedro, 1:5-8)
Así es, pero que DIFICIL de conseguir. Muchas gracias y BENDICIONES!!!!
Estimado Antonio, el Señor me ha bendecido mucho quitándome mis iracundos arrebatos, y le agradezco cada día ese fruto que Él me da. Lo que no tengo aún, es el dominio en cuanto a la tristeza que me provocan algunas personas y situaciones. Ruego a Dios Todopoderoso me ayude a conseguirlo.
Hermano muchas gracias por el tema del dominio propio, me ha servido para meditar en él, al punto que me siento motivado al próximo domingo después del día de los padres, compartirlo en la iglesia, orando siempre para que este fruto del espíritu sea una realidad en nosotros, Dios les bendiga ricamente a usted y a su familia.