Un altar en el Jordán.

 

 

Desde que hace unos meses oí un mensaje  sobre altares, no he dejado de pensar y meditar en la exposición de dicho mensaje y su contenido; sobre todo de lo acontecido en el paso del río Jordán por las huestes de Israel.

Paso del Jordán que el Señor  no quiso que quedara en el olvido de las gentes de Israel, ni que Josué general en jefe de dichas huestes tampoco quiso que quedara en el olvido de la naturaleza, porque incluso la naturaleza, la creación de Dios, está esperando la liberación de los hijos de Dios, como menciona san Pablo en su carta a los romanos:

Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora. (Romanos, 8:19-22)

Así que veamos lo acontecido en el río Jordán:

Cuando toda la gente hubo acabado de pasar el Jordán, Jehová habló a Josué, diciendo: Tomad del pueblo doce hombres, uno de cada tribu, y mandadles, diciendo: Tomad de aquí de en medio del Jordán, del lugar donde están firmes los pies de los sacerdotes, doce piedras, las cuales pasaréis con vosotros, y levantadlas en el lugar donde habéis de pasar la noche. Entonces Josué llamó a los doce hombres a los cuales él había designado de entre los hijos de Israel, uno de cada tribu. Y les dijo Josué: Pasad delante del arca de Jehová vuestro Dios a la mitad del Jordán, y cada uno de vosotros tome una piedra sobre su hombro, conforme al número de las tribus de los hijos de Israel, para que esto sea señal entre vosotros; y cuando vuestros hijos preguntaren a sus padres mañana, diciendo: ¿Qué significan estas piedras? les responderéis: Que las aguas del Jordán fueron divididas delante del arca del pacto de Jehová; cuando ella pasó el Jordán, las aguas del Jordán se dividieron; y estas piedras servirán de monumento conmemorativo a los hijos de Israel para siempre. Y los hijos de Israel lo hicieron así como Josué les mandó: tomaron doce piedras de en medio del Jordán, como Jehová lo había dicho a Josué, conforme al número de las tribus de los hijos de Israel, y las pasaron al lugar donde acamparon, y las levantaron allí. Josué también levantó doce piedras en medio del Jordán, en el lugar donde estuvieron los pies de los sacerdotes que llevaban el arca del pacto; y han estado allí hasta hoy.  (Josué, 4:1-9)

No sé, si  quedó santificado el río Jordán debido a las doce piedras conmemorativas (altar) que Josué mandó levantar en el cauce seco (en esos momentos)  del río Jordán,  porque según el Señor Jesús, lo que toca el altar queda santificado.  (Mateo, 23:19)

Tal vez pensara Josué, que al haber levantado un altar en medio del Jordán, al fluir este constantemente, la bendición iba a ser también constante, como al tiempo se pudo ver. Porque los altares se levantan, sin importar donde, para darle agradecidos la gloria a Dios, por los favores recibidos.  (Éxodo, 17:15)

Así que, pasados algunos lustros,  el  río Jordán de nuevo se abrió, y lo hizo en dos ocasiones  para dar paso a  Elías y a Eliseo,  profetas de Dios.   (2 Reyes, 2:6-14) Flotó de sus profundidades un hacha de hierro.  (2 Reyes, 6:1-6)   Y se sanó un famoso general  sirio enfermo de lepra al zambullirse siete veces en el mismo río:

Y vino Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de Eliseo. Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio. Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra. Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado. Mas sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio? El entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio. (2 Reyes, 5: 9-14)

Y mucho tiempo después de lo que acabamos de señalar,  ese mismo río Jordán,  el que nunca ha dejado de fluir, cubrió  y envolvió en  sus aguas al salvador del mundo a Jesús de Nazaret.

Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia. (Mateo, 3:13-17)

Y para ir terminando, se que el Jordán en sí, nada puede hacer, es simplemente un río; pero lo que si se, es todo lo que puede acontecer cuando se levanta un altar al Dios de los cielos, porque desde el principio de la creación, todos y cada uno de los hombres que Dios llamó, hombres que cambiaron la historia de la humanidad,  levantaron altar al verdadero Dios, al Dios de Israel.

Porque levantar un altar,    conllevaba (aún conlleva)   además de glorificar y honrar a Dios, el compromiso de obedecerle, servirle y seguirle con santidad.

 Y Moisés vino y contó al pueblo todas las palabras de Jehová, y todas las leyes; y todo el pueblo respondió a una voz, y dijo: Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho. Y Moisés escribió todas las palabras de Jehová, y levantándose de mañana edificó un altar al pie del monte, y doce columnas, según las doce tribus de Israel. Y envió jóvenes de los hijos de Israel, los cuales ofrecieron holocaustos y becerros como sacrificios de paz a Jehová. Y Moisés tomó la mitad de la sangre, y la puso en tazones, y esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar. Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos. (Éxodo, 24:3-7)

Altar es,  aunque sea desde  el cauce de un río,  el lugar donde a la vez que se honra a Dios, se recibe bendición de Él.

 

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.