Tierra seca y árida.

Dios, Dios mío eres tú; De madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas, para ver tu poder y tu gloria… (Salmos, 63:1-2)

Hace unas décadas, de madrugada, orando y rogando al Señor por mi ciudad, vino una palabra del Señor a mi mente junto a una visión: Una tierra cuarteada y yerma por la sequía. Diciéndome el Señor a la vez que tenía la visión:  que preparara la tierra para poder sembrar; entendiendo que se refería a mi ciudad.  Tenía que limpiar la tierra, retirando las piedras y rastrojos secos que durante años la habían hecho estéril. Y que una vez saneada y limpia, sembrara en ella para (al tiempo) poder cosechar. Pero que otros recogerían la cosecha.

Me llevó un tiempo asimilar lo que me dijo el Señor. Debido a que la tierra seca y árida, es un concepto que tiene un significado espiritual negativo en la Biblia. Es un lugar donde las condiciones son adversas, debido a la sequedad espiritual y la lejanía de Dios. Donde el evangelio difícilmente arraiga.

Pero que, también es un llamado a la esperanza para los que confían en el Señor cuando se está en tierra seca y árida, porque él: Vuelve el desierto en estanques de aguas, y la tierra seca en manantiales. (Salmos, 107:35)

Y al no tener ni idea de nada relacionado con la agricultura, al echar un vistazo a un manual agrícola que cayó en mis manos, observé que los agricultores para transformar las zonas áridas en fértiles preparan el terreno quitando las piedras y toda la maleza seca que lo ocupa, estableciendo un sistema de riego eficiente para después sembrarlo de materia orgánica o tierra importada de otros lugares “que tenga la capacidad de generar vida y contrarrestar el alto nivel de esterilidad presente”,  a la que podríamos catalogar como buena tierra.

Para que, una vez finalizado este proceso comenzar a sembrar con semillas adaptadas a estas condiciones adversas. Y (sigue diciendo el manual) cuando las semillas echen raíces y estén arraigadas (se tarda un tiempo) ya se puede considerar, al estar la tierra mullida (esponjosa) la llegada (plantación) de otro tipo de arbustos y árboles.

No es una tarea fácil, se requiere mucha paciencia y perseverancia. Pero no es una misión imposible, según dicho manual.

Como no es una misión imposible, según la Palabra de Dios, a pesar de que algunos lo crean, convertir para el Señor, no sólo un pueblo seco y árido, sino toda España, en un vergel espiritual.

Si como pueblo de Dios, tan solo tuviéramos en cuenta, esta porción de la Palabra de Dios, la cosas comenzarían a cambiar:   Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra. (2 Cron. 7:14)

Palabra que todos conocemos, pero conocer no significa obedecer:  Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí.  (Mateo, 15:8)

Mas bien nos dejamos convencer por sistemas, estrategias y actividades que nos impresionan al haber sido efectivas, durante un tiempo en otros lugares, pero que en nuestra tierra al no serlo o serlo menos, puede llevar al desánimo.

En pocas palabras, no sabemos que hacer, para ganar almas. Cuando tenemos las mejores estrategias en la Biblia para ese menester.

El arrepentimiento es la principal estrategia que utilizó el Señor y Maestro Jesús al acercar el reino de los cielos a la gente; la misma estrategia utilizó Juan el Bautista y el mismo Pedro el día de Pentecostés para ganar almas.  Porque sin arrepentimiento, comenzando por nosotros, no hay perdón.

Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. (Lucas, 24:45-47)

También se que muchas de las promesas que encontramos en las Sagradas Escrituras dirigidas a Israel como pueblo de Dios, no nos las solemos aplicar, cuando deberíamos hacerlo; ya que, como asegura el apóstol Pedro, también somos pueblo de Dios.

Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; ; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.   (1 Pedro, 2:9-10) 

Por lo tanto, los que anhelamos ver nuestra tierra seca y árida (espiritualmente hablando) convertida en tierra fértil y fructífera, es decir en buena tierra, deberíamos comenzar con oración y ruego a humillarnos ante el Señor, pidiéndole perdón por los pecados de nuestro pueblo, de España, para que sane nuestra tierra.  Y comenzar a sembrar, confiando en el resultado; sin temor “a que parte de la semilla pueda caer junto al camino o en otros lugares y ser pisoteada”.  Ya que, la semilla que caiga en la buena tierra, en la tierra saneada por el Señor, producirá hasta ciento por uno de lo sembrado. (Marcos, 4:20)

Porque a través de la oración y ruego, la tierra seca y árida, puede dejar de serlo, y producir, aunque con mucho esfuerzo y perseverancia una abundante cosecha. Tal y como está escrito:  Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán.  Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas. (Salmos, 126:5-6)  

Por lo que hay que creer, todo lo que le  dice el Señor a su pueblo:

… Yo derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos; y brotarán entre hierba, como sauces junto a las riberas de las aguas. (Isaías, 44:3-4)

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

3 comentarios sobre “Tierra seca y árida.

  1. Totalmente de acuerdo. Y explicado así resulta fácil, y es que el evangelio no es complicado.
    Orar, humillarnos, arrepentirnos y clamar a Dios que tiene misericordia y está deseando que todos sean salvos.

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