E hizo Jacob voto diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardara en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si me volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios.
Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti. (Génesis 28:20-22)
Fue Jacob, un hombre que con las experiencias que vivió a lo largo de su vida, deja en mantillas, a muchos personajes de la Biblia; porque procuró y además consiguió, el favor de Dios, a pesar de las “triquiñuelas” que utilizó para conseguirlo. Y que una vez conseguido y confirmado ese favor por el mismo Jehová, parece ser que quedó con dudas y no muy convencido, con las palabras (promesa) que el mismo Señor le dirigió; (Génesis 28:10-15) tenía que verlo con sus propios ojos, para creerlo; y que al transcurrir del tiempo, así fue, lo vio. (Génesis 30:41-43)
Al igual que nos suele suceder a alguno de nosotros, que a pesar de conocer todas y cada una de las promesas de Dios, las ponemos en entredicho mientras no se cumplan. Olvidando que el ingrediente más importante para que que se cumplan es la fe.
Sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. (Hebreos 11:6)
Comprometiéndonos, (haciendo voto) también como Jacob, a servirle y a rendirle culto, además de colaborar económicamente en su obra, al creer que al apropiarnos las promesas que encontramos en la Palabra, pueden perfectamente cumplirse en nosotros. (Hechos 2:38-39)
Compromisos que solemos (aunque no por todos) sistemáticamente incumplir, se cumpla o no se cumpla, lo que creemos se nos prometió. Así que veamos: Si llega a cumplirse lo prometido, generalmente, también comenzamos a cumplir nosotros, pero al tiempo, y poco a poco, vamos olvidando nuestra promesa y llegamos a relajarnos al no tener en cuenta que, servir a Dios y rendirle culto, además de poner parte de nuestros medios económicos a su servicio, es para toda la vida y eso (aunque no a todos) cansa; así que por cualquier motivo, nos excusamos y, justificándonos con nosotros mismos, diciéndonos que ya hemos hecho más de lo que debíamos, dejamos de cumplir con nuestra parte, es decir con nuestro voto. Que es ni más ni menos, el compromiso que en su día adquirimos con el Señor, si este llegaba a bendecirnos. (Números 30:2)
Y que, en caso de no cumplirse lo que entendemos se nos prometió de parte de Dios, o que tarda en cumplirse lo prometido, pensamos que se trataba tan solo de una ilusión, que confundidos, tomamos como proveniente del Señor, y que por lo tanto no tenemos ninguna obligación de cumplir con nuestra parte. Olvidando que lo que se nos prometió, no tenía fecha de caducidad y debía cumplirse al tiempo de Dios, si es que a través de la Palabra le éramos fieles. (1 Pedro 1:24-25)
Veinte largos años tuvieron que pasar para que Jacob, regresara a su tierra bendecido material y espiritualmente; sin (parece ser) haber dudado de las promesas que le hizo Dios; a pesar de los interrogantes que se hizo al principio de hablarle el Señor, y de haber sido utilizado injustamente por su tío. Debía, (por lo visto) producirse necesariamente un cambio radical en él; de ser un engañador y suplantador, a ser engañado para ser probado; y una vez producido el cambio y superada la prueba, la bendición de Dios fluyó sin medida sobre él; (Génesis 31:38-42) y sin olvidar Jacob, el voto que años antes le hizo al Señor, al regresar a su tierra, lo cumplió:
Y levantémonos, y subamos a Bet-el; y haré allí altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo en el camino que he andado. (Génesis 35:3)
Sé que puede ocurrirnos, que al tardar en cumplirse las tan esperadas promesas de Dios, lleguemos a pensar que las tales no eran para nosotros, y conducirnos al desánimo; sin llegar a entender, que estas, como anteriormente se ha mencionado, no tienen fecha de caducidad; esperando el Señor al «moldearnos» que seamos lo suficientemente maduros, para poder soportar cualquier prueba y templar nuestro carácter; para que una vez fortalecidos en Él, podamos recibir plenamente las bendiciones que acompañan a sus promesas y cumplir con nuestra parte del compromiso.
Jacob, le fue fiel al Señor durante todo el resto de su vida, porque comprobó que Dios, acompaña y guía, y bendice, y da la paz a todos los que en Él confían. (Hebreos 11:21)
Y ese mismo Dios, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios Jacob, está aún dispuesto a través de nuestro Señor Jesucristo, y bajo la dirección del Espíritu Santo, a acompañarte, a guiarte, a bendecirte y a darte la paz.
Encomienda a Jehová tu camino, Y confía en él; y él hará. (Salmos 37:5)
¿Por qué no le dices que lo haga?
Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.
Justo esta mañana estaba orando y pidiendo precisamente esto; Salmo 37. Gracias una vez más por tus palabras de ánimo. Bendiciones