¿Qué es mas fácil, decir al paralítico: tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate toma tu lecho y anda?
Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo; Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. Entonces él se levantó enseguida, y tomado su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa. (Marcos, 2:9-12)
Continuamente recibo correos electrónicos, en los que me dan a conocer próximas cruzadas, campañas o eventos evangelísticos sobre milagros y sanidades. Y no es que esté en contra de este tipo de actividades, sino todo lo contrario, porque también he participado como colaborador en algunas de ellas.
Aunque ciñéndome a la verdad en muy pocas, salvo en contadas ocasiones he oído mencionar el perdón de los pecados y la salvación gratuita que por la muerte en la Cruz, obtenemos por medio de Jesucristo.
Excepciones como las de mi querido amigo, un evangelista español muy usado por el Señor, del que he sido personalmente testigo en innumerables ocasiones, de las sanidades y milagros que el Señor ha hecho en los eventos que participaba, y que en cada uno de ellos, lo primero que siempre recuerda a todos los asistentes es: que el milagro mas grande que podemos obtener, es el perdón y la salvación que ofrece Jesucristo.
También recibo otros correos, en los que se me invita a asistir a conferencias, seminarios o talleres; exclusivamente sobre temas doctrinales y puntos de vista muy personales, sobre como desarrollar y aplicar todo lo relacionado con nuestra fe, como: crecimiento personal y de iglesia, organización de células, fundamentos apostólicos, etc. etc.
En estos seminarios, aunque no en todos, también se hecha en falta, el recordar la cruz de Cristo. En mi opinión, el gran ausente en algunas de este tipo de reuniones es el Señor Jesucristo, ya que se comparte o enseña los logros que con mucho esfuerzo y sacrificio por su parte, ha obtenido una persona o un grupo en la proclamación y expansión del evangelio, obviando en ocasiones, que la clave de todo el éxito que obtenemos se debe al sacrificio en la cruz del Señor Jesucristo y a la dirección del Espíritu Santo de Dios.
Algunos basan absolutamente lo que comparten o exponen, solo en sanidades, maravillas y milagros, olvidándose del Señor Jesucristo.
Otros lo hacen casi exclusivamente en experiencias personales y efectivos métodos, para conseguir el crecimiento numérico de las congregaciones, olvidándose también del Señor Jesucristo.
Los primeros, dicen: (yo también) que la letra mata, pero que el Espíritu vivifica. (2ª Cor. 3:6)
Los segundos, dicen: (yo también) que no todo el que dice, Señor, Señor… entrará en el Reino de los Cielos. (Mateo, 7:21)
Muchos también creen (yo no lo creo) que parte de lo que Marcos detalla en su evangelio, no es para nuestros días, (Marcos, 16:15-20) que esas señales eran solo para los doce apóstoles que escogió el Señor Jesucristo, refiriéndose a: sacar demonios, hablar nuevas lenguas, sanar enfermos, etc. Si esto fuera así, mi pregunta es: ¿Qué pasa, con ir por todo el mundo y predicar el evangelio? ¿También era solo para los doce apóstoles?
Pienso que no se puede separar una cosa de la otra; es mas, la predicación del evangelio, debe ir acompañada de sanidades, maravillas y milagros. (1ª Cor. 2:1-5) Es decir del poder de Dios para salvación de todo aquel que en Él cree. Teniendo de ello constancia (aún los que creen lo contrario) de que esto ha sido así, desde Pentecostés hasta nuestros días.
Porque, (aquí tendríamos que utilizar el sentido común) si la gran comisión dada a los primeros discípulos de Jesús, como un todo que podrían hacer en el Nombre que es sobre todo Nombre, era solo para ellos, ¿Como nos atrevemos a apropiarnos de parte de esa gran comisión, invalidando el resto?
No puede ser, (utilizando de nuevo el sentido común) que una parte de esa gran comisión, haya quedado invalidada o que no sea para este tiempo, como muchos aseguran, porque el Señor es el mismo, hoy, ayer y por siempre.
Así que, si la predicación de la Palabra es para nuestro tiempo, las sanidades, maravillas y milagros también lo son. Y si las sanidades, maravillas y milagros, no lo son, tampoco es para nuestros días la predicación de la Palabra.
Aún hoy, en pleno siglo XXI, la comisión dada por nuestro Señor Jesucristo a sus primeros discípulos en el siglo I, pese a quien pese, sigue en vigor plenamente; no habiendo acortado el Señor bajo ningún concepto, su mano para salvar, ni su oído para oír la necesidad de las gentes. (Isaías, 59:1)
De no ser así que sentido tendría la siguiente porción de la oración que Jesús elevó al Padre, antes de su arresto y muerte en la cruz: Como tu me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mi mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. (Juan, 17:18-19)
Dejando establecido (en mi opinión) que la santidad debe llevar como fruto, entre otras cosas, autoridad. Autoridad delegada por el mismo Señor Jesucristo, para todos y cada uno de sus discípulos. (Juan, 14:12-14)
Ya que, si el padre envió al mundo a Su Hijo Unigénito, a ofrecer salvación a todo aquel que en él crea, además de enseñar, predicar y sanar, (Mateo, 9:35) el Unigénito Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo, envía de la misma manera en que él fue enviado, a cada uno de sus discípulos que él ha llamado y santificado. (Juan, 20:21-23)
Consiguiéndose a través de la santidad de Jesucristo, también sanidad para todo aquel que en Él crea.
Si permanecéis mí, (santidad), y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, (sanidad), y os será hecho. (Juan, 15:7)
Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.
Te felicito hermano muy buena publicacion y es verdad, muchas veces se da la palabra de sanidad, pero se olvida el perdon de los pecados.