¿Qué haces aquí, Elías?

 

 

Todos o la mayoría de los que lean este articulo, me imagino que habrán oído hablar de Elías, el profeta de Dios que ascendió al cielo en un carro de fuego. (2ª Reyes, 2:11)  Al igual que conocerán de su andanzas mientras estuvo entre nosotros o mejor dicho antes de ser arrebatado.

Era pues, Elías, al igual que nosotros un hombre sujeto a “pasiones” según nos dice Santiago en su universal carta (Santiago, 5:17) y lo menciona para que nuestra “pasiones” no nos impidan orar u obrar, cuando la ocasión lo requiera, porque la pasión es un sentimiento tan intenso, que puede llegar a dominar la voluntad y perturbar la razón y el ánimo de las personas.

A Elías, el miedo a perder la vida, le llevó a olvidar quien era y a quien servía:

Acab dio a Jezabel la nueva de todo lo que Elías había hecho, y de cómo había matado a espada a todos los profetas. Entonces envió Jezabel a Elías un mensajero, diciendo: Así me hagan los dioses, y aun me añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos.
Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado. Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres.
Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come. Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse.
Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó, diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta.
Se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios.
Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra de Jehová, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías?
El respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida.
Él le dijo: Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová. Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado.
Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva. Y he aquí vino a él una voz, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías?
El respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida.
Y le dijo Jehová: Ve, vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco; y llegarás, y ungirás a Hazael por rey de Siria. A Jehú hijo de Nimsi ungirás por rey sobre Israel; y a Eliseo hijo de Safat, de Abel-mehola, ungirás para que sea profeta en tu lugar.
(1ª Reyes, 19:1-16)

Al releer este relato me quedé meditando en las veces que mis miedos, me han hecho huir y ocultarme en alguna de las cuevas de mi mente, olvidando las promesas y bendiciones de Dios.

Entendí también al seguir meditando en ello, que el Señor no entró en la cueva donde Elías estaba, porque Elías debía salir por su propio pié, ya que por su propio pié había entrado. Entró al haberse dejado dominar por su miedo, por lo tanto, debía romper “él solito” con su miedo; miedo que le embotó la razón. Miedo que desapareció al llegarle La Palabra de Dios y acatarla.

Nunca he oído la voz audible de Dios, como parece ser la oyó Elías, pero sí que la he sentido en mi corazón reconviniéndome a que saliera de la cueva en la que en alguna ocasión, me había metido. Cueva que yo mismo, con mis propias manos, había excavado para esconder mi inseguridad, (cobardía) o el qué dirán, o mi indolencia o un montón de cosas más, que no son ni más ni menos que miedos. Miedos que Santiago los conceptúa como pasiones.

Muchos de nosotros, al igual que Elías, encontramos cuevas para pasar “nuestras noches” huyendo de adversidades, pruebas y problemas, pero por mucho que nos ocultemos, el Señor siempre nos encuentra y no insta a que salgamos de ella. (Salmos, 139:7)

Porque a todos aquellos que el Señor ha llamado y capacitado, (que son muchos) y no precisamente como a Elías, sino con el llamamiento que el Señor ha dispuesto para cada uno, deben, parados a la puerta de “su cueva” esperar oír el silbo apacible de Dios, que no es ni más ni menos, que la presencia de Dios llevándonos a realizar con total dedicación y discreción, sin ningún tipo de estruendo, la función para lo que fuimos llamados.

No reprendió el Señor a Elías por huir y menos por ocultarse en la cueva; sabía de las humanas pasiones de su profeta, simplemente le indicó la tarea a realizar como verdadero profeta de Dios que era.

Al igual que nosotros (todos) que como hijos de Dios, debemos terminar todas aquellas tareas arrinconadas por nuestro temor, sea el que sea; tareas que un día el Señor nos confió y que no hemos concluido.

Porque, como todos sabemos, el que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es contado como pecado. (Sant. 4:17)

Por lo tanto, ni es tiempo de huir y menos de esconderse, sino de ocuparse en servir al Señor y a su obra.

De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.  (Rom. 12:6-8)

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

 

7 comentarios sobre “¿Qué haces aquí, Elías?

  1. Buenos dias
    Nuestros saludos desde Cuba p ud, familia y congregación.
    Agradecemos mil a Dios y a ud Pastor Antonio por tan maravillosas Palabras, siempre muy oportunas y acorde al momento q vivimos.
    Dios escudriña y conoce lo profundo del corazón del hombre y lo que hay en el.
    Muchas Gracias
    Siempre le recordamos y oramos por uds.
    Pastores Gutierrez.

  2. Buenos días mi hermano, no sabe como me agrdan sus escritos, cuanto me hacen crecer aun más y madurar, le doy gracias a Dios por darle revelación de su palabra, y le doy gracias también porque lo puso en mi camino, Dios siempre lo continúe bendiciendo de manera especial. Un
    cordial saludo para su esposa y familia, y un respetuoso saludo para usted.
    Con todo mi cariño.
    Yaritza

  3. En el dia de ayer escuche que a vuestras manos llego un vidio donde gente de diferentes naciones, reunidas alaban el nombte de Jesus. Me gustaria tenerlo para presentarlo en mi congregación, en Sevilla, Bormujps.
    No se si este sea el medio adecuado, pero quiero daros las gracias, por los articulos publicados y las predicas del Pastor Antonio hombre sensible a la palabra; a Vicente y los contratiempos que tuvo durante la semana cuando tenia que compartir la palabra; a Francisco Frias como presento la historia de Elias; Jose con su sencillez al exponer. No conozco a ninguno de vosotros, pero me gozo cada semana escuchando las predicas.
    Soy amigo de Manuel Ortega, creo que es hermano de esa casa.

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