Cuenta el evangelio de Lucas, que Jesús yendo hacía Jerusalén les compartió a sus discípulos la parábola de las diez minas. Parábola conocida por todos nosotros y que les invito a releer una vez mas. (Lucas, 19:11-27)
Aunque nosotros solo vamos a detenernos en una frase que encontramos en el verso número trece de este capítulo, y que fue la que le dijo el noble a sus siervos al entregarles las diez minas, antes de marcharse a un lejano país: Negociad entre tanto que vengo.
El término negocio deriva de las palabras latinas nec y otium, es decir, lo que no es ocio. Para los romanos otium era lo que se hacía en el tiempo libre, sin ninguna recompensa; entonces negocio para ellos era lo que se hacía por interés. Nec otium, es igual a: no sin recompensa, o sea, con recompensa.
Creo que muchos o tal vez todos los que lean este artículo se considerarán hijos de Dios, ya que de no ser así no se les hubiera ocurrido visitar esta página cristiana, y si hijos también coherederos junto a nuestro Señor Jesucristo. (Rom. 8:16-17)
Debido a esto, igual que nuestro Señor y Salvador Jesucristo a temprana edad, ya estaba involucrado en los negocios de su Padre (Lucas, 2:49) también nosotros, como hijos, debemos involucrarnos en los negocios de nuestro Padre Celestial.
Pero, ¿cuales son esos negocios? Simplemente los que encontramos en los evangelios como por ejemplo: Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. (Mateo, 28:19-20)
El hacer discípulos de Jesucristo debe ser la prioridad para todo hijo de Dios, en cualquier lugar donde se encuentren o hayan sido enviados; sin que consciente o inconscientemente lleguen a ser nuestros propios discípulos, situación que ha menudo suele suceder, al añadir enseñanzas y puntos de vista de nuestra propia cosecha. De ser así ya no estaríamos involucrados en los negocios de nuestro Padre, sino en nuestros propios negocios.
El bautismo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, es el compromiso real y permanente, de nuestra voluntaria sujeción a la Divinidad.
El enseñar que se guarden todas las cosas que el Señor Jesús manda, además de discipular, implica también que nuestro testimonio debe ser ejemplo para todos aquellos nuevos discípulos que van a estar en los negocios del Padre Celestial.
El estar o permanecer el Señor Jesucristo con nosotros hasta el fin, es la garantía de llevar a buen fin todas las transacciones espirituales, (también las materiales) que en su nombre vayamos a realizar. Porque, el que gana almas es sabio. (Prov. 11:30)
Y no es que se busque recompensa alguna al estar inmersos en los negocios de nuestro Padre Celestial, sino que al ser conscientes de nuestra relación filial con el Eterno, nace en cada uno de nosotros, sus hijos, el deseo de agradarle y servirle; deseo que nos conduce a implicarnos en todo lo concerniente a Él y a sus negocios; hasta que Él venga o nos llame a su presencia.
Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. (1ª Tim. 2: 1-4)
Pero, como Padre justo y amoroso que es, tiene para cada uno de sus hijos una recompensa, al habernos comprometido a negociar para Él.
Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. (Colosenses, 3:23-24)
Que el Eterno guíe, guarde, fortalezca y bendiga a todos aquellos que ocupan su tiempo, negociando para el Señor. Amén y amén.
Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.
Que el DIOS de toda gloria lo bendiga como hasta ahora.
Sus publicaciones son una bendicion, nos enseñan, nos recuerdan y nos motivan. Gracias a DIOS, que tengo un amigo como ud, que el Señor lo siga usando. Amen