En una de las plenarias de una conferencia a la que recientemente asistí, el hermano que la conducía disertó sobre la parábola del buen samaritano; parábola muy conocida por todos nosotros, incluso por aquellos que no quieren saber nada de las Sagradas Escrituras. Disertación que me hizo reflexionar una vez mas sobre dicha parábola. Maravillándome de nuevo del precioso e inagotable tesoro que contiene la Palabra de nuestro Señor y Salvador. (Mateo, 13:52)
Así que les comparto dicha reflexión:
Tres son los protagonistas principales de dicha parábola. De uno de ellos, el mas conocido de todos, el samaritano, (de ahí la parábola) se dice de él que fue movido a misericordia (Lucas, 10:33) de los otros dos, del sacerdote y del levita solo se dice de ellos, que pasaron de largo.
El Diccionario Ilustrado CIRCULO/VOX de la Lengua Española define misericordia como: Virtud que inclina el ánimo a compadecer las miserias ajenas y a tratar de aliviarlas.
Quiero creer con la definición que nos da el diccionario, que todos los seres humanos deberíamos (al menos en ocasiones) tener misericordia; aunque realmente la misericordia en sí, es uno de los atributos de nuestro Dios. (Deut. 4:31; Salmos, 36:7)
Ya que, si fuimos creado a imagen y semejanza de Dios como muy bien sabemos, se supone que la misericordia, también entraría “en el paquete” al soplar el Creador sobre el primer hombre el aliento de vida. “Paquete” que en gran parte se perdió al pecar el primer Adán.
Toda esta historia “La del Buen Samaritano”, viene a colación por la pregunta que le hizo un intérprete de la ley a Jesús para probarle, y al contestarle este que la respuesta estaba escrita en esa ley que también conocía, el intérprete le volvió a preguntar a Jesús: ¿Y quien es mi prójimo? (Lucas, 10:25-29)
Contestándole Jesús a su pregunta por medio de la parábola que estamos tratando. Una vez terminada la exposición de la parábola, es Jesús quien le pregunta al interprete de la ley, que quien le parecía a él que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones. (Lucas, 10: 30-36)
Y al contestarle este con firmeza: el que usó de misericordia con él; Jesús, dando por buena la respuesta y contestada la pregunta que le hizo el intérprete de la ley, le instó a hacer lo mismo. (Lucas, 10:37) A usar de su misericordia.
Una vez hecha la reflexión sobre esta cuestión, se puede razonablemente llegar a la conclusión de que todos los seres humanos, poseemos una serie de condicionamientos “dormidos” que podríamos llamar virtudes, capacidades o sentimientos, y que pueden despertar si es que las dejamos, cuando se den las circunstancias adecuadas para ello y con la ayuda del postrer Adán, Jesús.
Aunque no todos estamos dispuestos a despertar y menos a usar, algunas de las capacidades que poseemos.
Dándose en ocasiones que solo usamos “esa capacidad” según quien pueda ser el receptor de la misma, haciendo tal vez sin pretenderlo acepción de personas, cuando Jesús a través de la parábola, enseña todo lo contrario.
Porque estoy seguro que todos nosotros, conocemos a personas que usan su misericordia solamente para con los animales, y no es que esté mal; otros para determinados grupos de personas, que está muy bien; y los más (la mayoría de nosotros) para sus familiares o seres muy cercanos, que es muy bueno. Pero es mucho mejor, todo aquel que trata o se comporta con (todos) los demás, de la forma en que quiere ser tratado. (Mateo, 7:12)
Entendiendo por lo brevemente expuesto que la misericordia, es algo natural e innato en el ser humano, porque no se puede usar algo que no se tiene, apoyándonos para ello en el relato de Jesús; aunque en ocasiones, tal vez en demasiadas ocasiones, pasamos de largo ante las dificultades de los demás, sean estas las que sean, para no ser movidos a usar misericordia con ellos.
Porque la misericordia, una vez que ha oído “la voz” de la compasión, no puede pasar de largo; despertando a su vez “al amor”, implicándose y comprometiéndose estos tres sentimientos ante situaciones ha menudo muy embarazosas sin habérnoslas buscado. Teniendo que dedicar si es que prestamos atención a estos «sentimientos», parte de nuestro tiempo y los recursos necesarios para ello, sin estar muy ha menudo dispuestos a asumirlas. De ahí el querer muchos de nosotros, el pasar de largo ante cualquier eventualidad de nuestro prójimo. Actitud contraria a la voluntad del Señor
Él no pasó de largo, al ver nuestras calamidades y miserias, sino todo lo contrario (Hechos, 10:37-38) dejando muy claro, que si en verdad también nosotros queremos alcanzar su misericordia, deberemos tener en cuenta sus palabras:
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzaran misericordia. (Mateo. 5:7) y, Sed, pues, misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso. (Lucas, 6:36)
No debemos, ni podemos, dejar de usar misericordia ante cualquier necesidad, porque todo lo que del Señor recibimos, debe emplearse en el servicio a los demás. Porque (como alguien dijo) el que no vive para servir, no sirve para vivir.
El ojo misericordioso será bendito, porque dio de su pan al indigente. (Prov. 21:9)
Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.
.. ¿Qué seríamos sin Su misericordia bendita?.. Gracias al que Es como Es por amarnos con fidelidad y sin medida, sin merecernos su compasión, ni su bondad gratuita..
.. Gracias a ti también, Antonio, por hablarnos de ella y hacernos más conscientes de que debemos imitarla para poder en verdad comportarnos como Sus hijos..
.. un fuerte abrazo, amigo, para ti y tu familia.. ¡Feliz Navidad en El!..