Limpios de manos y puros de corazón.

 

Se pregunta el rey David después de haber visto la grandeza de Dios: ¿Quién  podrá estar en la presencia del Señor de la creación?

De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan.  Porque él la fundó sobre los mares, y la afirmó sobre los ríos.  ¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo?  El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño. El recibirá bendición de Jehová, y justicia del Dios de salvación. Tal es la generación de los que le buscan, de los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob.  (Salmos, 24:1-6)

Aunque parece ser, que conoce la respuesta, porque asegura que lo logrará, el que tenga limpias las manos, para andar alrededor del altar de Jehová, (Salmos, 26:6) y puro (limpio) el corazón, para poder ver al Señor (Mateo, 5:8) el que, además, no ha elevado su alma a cosas vanas o superficiales, sino que ha puesto su mirada en el Eterno, (Salmos, 39:6) y no ha jurado con engaño, es decir, no ha defraudado a nadie, sino que su sí, ha sido sí y su no, ha sido no.  (Sant. 5:12)

Añadiendo, además, que los mencionados, forman parte de una generación que ha sido tomada, de entre los de cada generación a lo largo de los años, para alabanza de Dios:

Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado. (Filip. 2:14-15)

Generación que busca alcanzar, como pueblo de Dios, la bendición y justicia que ofrece el Dios de salvación:

Y nosotros, pueblo tuyo, y ovejas de tu prado, te alabaremos para siempre; De generación en generación cantaremos tus alabanzas. (Salmos, 79:13)

Y como, el sustantivo “generación” implica acción y efecto de engendrar, (Según el diccionario etimológico) los que hemos sido engendrados por el Señor Jesucristo, para formar parte de la generación que morará en su presencia, tenemos la obligación de dar a conocer al que nos engendró, para que otros muchos, al ser también engendrados, vengan, a formar parte de la generación de los que buscan el rostro de Dios:

En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.  En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.   Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.  Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.  Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.  A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.  Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. (Juan 1:1-13)

Por lo expuesto, tal vez podamos comprender el motivo que tuvo el Señor Jesucristo, al decirles, a sus primeros discípulos, antes de ascender a los cielos, lo siguiente:

Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.  Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. (Mateo, 28:18-20)

Por consiguiente, si el rey David, mencionó quienes iban a estar en la presencia del Padre Eterno, y el Señor Jesucristo afirmó que iba a ser Él, quien los iba a llevar a su presencia, (Juan 14:6) encargó para ello, a los discípulos por él escogidos, que prepararan, a través de lo que él les había enseñado (Juan 14:26) una nueva generación (de discípulos) que buscara el rostro de Dios. Para que, a lo largo de los años y las edades, engendraran (1 Cort. 4:15) nuevas generaciones de santos. Y como el término generación, también hace referencia a “grupo de personas que comparten el mismo sentir, cultura o creencia” se puede llegar a entender, que ante los ojos de Dios, sólo existe  una única y misma generación a través del  tiempo; la generación (según el rey David) que busca la justicia y el rostro de Dios de salvación. Generación que morará en su presencia.

Así que:  El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. (Eclesiastés, 12:13)

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

Un comentario sobre “Limpios de manos y puros de corazón.

  1. Muy buen artículo. Hace falta que cumplamos con lo que dice el Salmo. Porque realmente nos pone a pensar si cumplimos con esos requisitos del Salmo.
    Bendiciones.

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