Limosna, oración y ayuno.

 

 

Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba….  (Mateo, 5:1-2)

Durante el tiempo que el Señor Jesucristo compartió con sus discípulos, la enseñanza impartida en el llamado Sermón del Monte, alcanzó tal nivel, que a lo largo de los siglos no ha dejado a nadie indiferente por su alto contenido moral y/o espiritual.

Consoló, exhortó y estimuló el Señor Jesús, a los oyentes a través de sus palabras; mencionando que, cuando se hacen las cosas como al Señor le agrada, se recibe recompensa.          

Así que, sería bueno, que recordásemos brevemente, que una recompensa, es aquello con que se premia, a través de una retribución económica, un incentivo o un estímulo, el haber prestado un servicio o realizado una determinada tarea. Y en lo espiritual, la máxima recompensa, es vida eterna para todos los que crean en el Señor Jesucristo.  

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna (Juan 3:16)

Y como el Sermón del Monte, es un compendio de la doctrina cristiana, como discípulos de Jesucristo, deberíamos hacer nuestras cada una de las enseñanzas en él vertidas; si es que su Palabra ha hecho mella en nosotros. (Juan, 15:7) Sugiriendo el Señor Jesús, que, al ayudar al necesitado, se haga con discreción; que, al orar, busquemos el momento y el lugar adecuado; y que, el ayunar, sea algo íntimo y personal.  Acciones que, según el Señor Jesús, tienen de Dios, recompensa.                                                                                      

En primer lugar, advierte el Señor Jesús, que al hacer algo “en su nombre” no lo hagamos para que nos vea la gente, porque esa actitud a los ojos de Dios, no tiene ningún valor. Por lo tanto, si ayudamos a alguien que esté necesitado, propone el Señor que ni lo publiquemos ni lo hagamos a la vista de la gente. Que quede entre Dios y nosotros. En caso contrario, recibiremos hinchados de orgullo el aplauso y los parabienes,  y, de la gente,  (no de Dios) será nuestra recompensa: 

Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.  Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. (Mateo, 6:1-4)

Recomienda también, el Señor Jesús, que, al congregarnos, no oremos para que nos oigan los hermanos; que la oración, no esté vacía de contenido (vana palabrería) y menos, que se predique a través de ella.  Sino que, cuando oremos, a ser posible, nos aislemos y oremos en intimidad al Padre, porque a Él deben ir dirigidas las oraciones. Ya que, si oramos para ser vistos y oídos por la gente, el orgullo religioso puede llenar nuestro corazón y, esa será nuestra recompensa:

Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.  Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. (Mateo, 6:5-7)

En cuanto al ayuno, aconseja el Señor Jesús, que no demos a conocer que estamos ayunando, (y más ahora que están de moda todo tipo de ayunos). Sino que nos veamos frescos y animosos al ayunar, por una determinada y necesaria causa. (Isaías, 58:5-13) Ya que, si ayunamos por tradición o imposición, (aunque a los ojos de Dios de poco sirve) seremos elogiados y aplaudidos por los que lo convocan y, esa será nuestra recompensa:

Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.  Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. (Mateo, 6:16-18)

Entendiendo, por la porción expuesta del Sermón del Monte, que el Señor Jesús, exhorta a discípulos y seguidores, a no buscar su propia aprobación y alabanza, porque parece ser, que esto, no agrada a Dios:  Mas el que se gloría, gloríese en el Señor; porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba. (2 Cort. 10:17-18)

Incluso el apóstol Pablo, en la carta que dirige a los creyentes de Colosas, recomienda que se hagan todas las cosas de corazón y para  el Señor; sin buscar la aprobación de la gente, porque la única recompensa que a todos interesa, es la del Eterno.

Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. (Col. 3:23-24)

Y, quiero terminar, con lo que dejó dicho el Señor de Gloria: He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.

 Así que, de nosotros depende.

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

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