Tenía el Señor la habilidad de descubrir a todos aquellos que a pesar de asegurar que creían en él, no estaban dispuestos a asumir sus enseñanzas, como forma de vida.
Y debido a esa habilidad, en la porción del evangelio que a continuación transcribimos, el Señor diferencia al creyente del discípulo, ya que se puede ser creyente sin ser discípulo. Porque un creyente es alguien que profesa, simpatiza, o asegura seguir un determinado principio, pensamiento o religión, sin más compromiso. Cuando para ser discípulo es necesario en primer lugar, además de creer, que exista un maestro que con su ejemplo y conocimiento, inculque al discípulo una determinada enseñanza, guiándole en su crecimiento, (Lucas, 18:18) hablando con él y corrigiéndolo si fuera menester, al accionar o comportarse de manera errónea a la enseñanza recibida.
En una ocasión, dirigiéndose Jesús a los judíos que habían creído en él les dijo: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres. Sé que sois descendientes de Abraham; pero procuráis matarme, porque mi palabra no halla cabida en vosotros. (Juan, 8:31-37)
Así que, la condición para ser discípulos de Jesús era y es permanecer (persistir) en su palabra, persistencia que va a llevar a conocer la verdad y esta, a ser libres de pecado. Palabras estas que ofendidos no gustaron mucho “a los que habían creído” descubriendo el Señor lo que había en sus corazones porque todos sabemos que de la abundancia del corazón habla la boca. (Lucas, 6:45)
Aseguraba el Señor de manera explícita que “los judíos que habían creído en él” tenían dificultad para poder llegar a ser sus discípulos, debido a que su palabra no hallaba cabida en ellos, a pesar de ser descendiente de Abraham. Eran herederos de la promesa hecha al patriarca Abraham, pero llevaban puesta una orgullosa coraza religiosa que les impedía que la palabra del señor Jesús, penetrara en ellos y los limpiara. (Juan, 15:3)
Y no sólo los judíos que habían creído, sino también los que no son judíos y dicen creer, están impidiendo al no hallar cabida la palabra de Jesús en ellos por “mucho que crean” la regeneración que esta palabra produce: Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta. (Hebreos, 4:12-13)
Ya que la Palabra, que es comparada con una cortante espada de dos filos, penetra (si es que haya cabida) para separar lo emocional de lo espiritual; juzga (discierne) los pensamientos y las más íntimas intenciones de los que dicen haber creído, agrandando de esa manera “el hueco” por el que haya podido encontrar cabida en el corazón del creyente (Rom. 10:10) la palabra de Jesús, para que (los que han creído) puedan ir llenándose de Jesucristo el Señor y a la vez, vaciarse de ellos mismos, llegando de esta manera ( que es de lo que se trata) a ser de sus discípulos.
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. (Juan, 15: 7-8)
Por lo tanto, si la palabra del Señor Jesús, halla cabida en nosotros, el resultado, asegura el que es Eterno, que como discípulos, va a ser sorprendente: Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié. (Isaías, 55:10-11)
Así de simple.
Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.