Palabra fiel: si alguno desea obispado, buena obra desea. (1 Timoteo 3:1)
En mi país, para obtener el permiso o licencia de circulación, (carné de conducir) los aspirantes deben superar dos pruebas. La primera de ellas llamada “teórica” consiste en que el aspirante conteste un determinado número de preguntas a través de un cuestionario, demostrando así que conoce el código de circulación en vigor. Una vez superado este examen pasará a la siguiente prueba, la “practica”, en la que tiene que demostrar de manera real, que sabe y puede conducir un vehículo a motor. Si se superan ambas pruebas, se le considera apto y se le concede la tan deseada licencia para conducir.
En caso de que no se logre superar la primera de las pruebas, no se podrá pasar a la siguiente; permitiéndose algunos intentos más (aunque no sé cuantos) hasta que se consiga o, desistir en el empeño de poseer el citado permiso de circulación.
En la Biblia encontramos que también se deben superar algunas pruebas para poder ejercer ciertos trabajos en la Iglesia de Dios, entre ellos el de obispo, que no es ni más ni menos, el de supervisor, anciano o pastor, que lleva aparejada la responsabilidad de la enseñanza de la sana doctrina y del correcto cumplimiento de la misma, así como el buen gobierno de la iglesia y algunas cosas más.
La primera de las pruebas, que debe superar toda persona que desea trabajar para el Señor, a la que también llamaremos “teórica” es la aceptación y conocimiento integral de la Palabra de Dios; además de haber pasado por las aguas del bautismo y algún requisito que otro más, (no me refiero al llamado) según la organización o denominación a que se pertenezca.
Superada esta, generalmente, no se tiene en cuenta la prueba más importante, que es la “practica”, permitiéndose una vez superada la anterior saltarse “a la torera” lo que sobre ello dice el apóstol san Pablo dirigiéndose a su discípulo Timoteo:
Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo.
También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo. (1 Timoteo 3:2-7)
Que por lo expuesto, se entiende que para el Señor, que es para quien se supone queremos trabajar, es muy importante el testimonio de todos aquellos que anhelan “la buena obra” o sea el pastorado o ”algún ministerio”.
El tener un extenso currículo doctrinal, parece ser que no es suficiente para ejercer la actividad como “ministro”, según el apóstol Pablo; ya que como tantas veces se nos ha dicho y por lo tanto conocemos, el mismo Satanás es un experto conocedor de la Palabra de Dios; conocimiento que no le impide incumplir la voluntad de Dios. (Lucas 4:9-12) Porque no solo se trata de conocer la Palabra de Dios, sino de lo que se trata es de acatarla, y precisamente la confirmación a la obediencia y el respeto a ella, es nuestro testimonio. (Santiago 1:22)
En pocas palabras: No basta tener la verdad, sino andar en la verdad.
Incluso hasta en los trabajos “un poco menos espirituales” se demanda que se ponga a prueba a los aspirantes:
Los diáconos asimismo deben ser honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas; que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia. Y éstos también sean sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el diaconado, si son irreprensibles.
Las mujeres asimismo sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo.
Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus hijos y sus casas. Porque los que ejerzan bien el diaconado, gana para sí un grado honroso, y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús. (1 Timoteo 3:8-13)
Recomendaciones del apóstol Pablo, que si la iglesia actual las siguiera, otro gallo nos cantara, y sería tal y como él literalmente la describe, columna y baluarte de la verdad. (1 Timoteo 3:14-15)
Así que aunque nos cueste y tengamos que nadar contra corriente, aún dentro de la misma iglesia, sería bueno en la medida que a cada uno le corresponda, obedecer a Dios antes que a los hombres. Evitando de esta manera situaciones que dejan en entredicho, por culpa de unos pocos, el buen hacer de tantos y tantos, hombres y mujeres que han deseado y conseguido la buena obra, superando con excelencia todas las pruebas para estar exclusivamente al servicio de Dios.
Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.
Así es, hay que trabajar con la palabra de Dios y hacer lo que en ella se dice. AMEN
Buen aporte Antonio. Saludos cariñosos para ti y los tuyos.
Que nuestro Señor Jesús os Bendiga mucho.