Incredulidad.

 

 

 

Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando. (Marcos 6:6)

Una de las cosas que mas entorpecen el crecimiento en Cristo, es la incredulidad.

Creemos que el Señor Jesús es el Mesías; que es el hijo de Dios; recordamos y memorizamos cada una de las palabras que él dijo; creemos en las maravillas y milagros que realizaba; que murió y resucitó al tercer día, que ascendió a los cielos y que está sentado a la derecha del Padre.

Tampoco tenemos duda alguna de que envió al Espíritu Santo y, que desde su posición como abogado, intercede por nosotros ante el Padre.

Y en cuanto a su segunda venida; lo afirmamos con rotundidad, porque está escrito y creemos en las escrituras.

La verdad es que creemos en todo lo que hizo, pero no “en cuanto todo lo que dijo”, a pesar de que lo afirmemos. (Juan 8:31-32)

Jesús, como maestro que era, y muy bueno por cierto, impartía clases magistrales a sus discípulos; deseaba que una vez expuesta una situación ante ellos, estos fueran capaces en ausencia de su maestro, de desenvolverse en la materia en la que habían sido instruidos o enseñados, sobre todo en el conocimiento del mundo espiritual o reino de los cielos. (Mateo 10:1-15)

Somos, según nos creó Dios, seres duales, materia y espíritu; nuestro ser se compone de cuerpo, alma y espíritu, y aunque nos movamos en mundo material o físico, a nuestro alrededor hay todo un mundo espiritual, y tanto el uno como el otro, se rigen por unas normas determinadas, ya sean físicas o espirituales.

Dice la palabra de Dios, que Jesús vino a buscar lo que se había perdido y, una de las cosas que se habían perdido era la percepción del mundo espiritual que nos envuelve.

Desde su nacimiento hasta la ascensión a los cielos, Jesús se vio rodeado de seres espirituales, de ángeles; como él muy bien anunciaba y proclamaba por todas partes, el reino de los cielos se había acercado y por lo tanto era muy normal la manifestación de estos seres espirituales.

Al establecer Jesús en la tierra el reino de los cielos con su venida, entraron en vigor las leyes de ese reino, leyes espirituales, para que todas las naciones pudieran beneficiarse de ellas, siendo algo muy curioso, que los que se sujetan a ellas, “ les va a ir bien”, aún en lo físico, ya que son leyes inmutables y “para todos” aunque no se acepte al Dador de ellas. (Mateo 5:44-45)

Al ascender Jesús a los cielos, el reino que él acercó con su venida, no ascendió con él, sino que quedó aquí en la tierra, dejando el Señor una serie de personas para que lo representaran y le dieran a conocer, sus discípulos.

Y desde el mismo momento que el Espíritu Santo fue derramado sobre los discípulos, la autoridad del reino pasó a ellos, estando a su servicio los ángeles y temiéndoles los espíritus inmundos, en el nombre del Señor.

Estos ministros, como representantes del reino de los cielos e inspirados por Dios, en todo lo que escribieron; insisten en cada una de sus epístolas, que encontramos en la Biblia, que creamos lo que somos en Cristo Jesús; debido a que, no llegamos a creer totalmente, lo que el Señor Jesús dijo, en cuanto todo lo que podían hacer, “todos los que le creyesen”.

De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré. (Juan 14:12-14)

No se trata de grandes campañas evangelísticas, ni de construir hermosos templos, ni cosas semejantes, se trata de ejercer la autoridad espiritual transferida por el Señor Jesucristo a sus discípulos, para predicar su palabra, para sanar, para liberar, etc. etc., con la finalidad de ir expandiendo el reino de Dios por toda la tierra.

Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado. Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.   El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.   Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas;   tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.    Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios.   Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén(Marcos 16:14-20)

Dudamos que sea posible, debido a que conocemos muy bien nuestras debilidades y carencias; pasiones que nos sujetan e impiden afirmar nuestra fe; limitaciones que coartan nuestra libertad espiritual; creyendo mas en nuestros razonamientos que en las promesas de Cristo.

Y aunque sea esta nuestra manera de pensar, no es la del Señor Jesucristo. Él conoce nuestras pasiones, sabe de nuestra sujeción o inclinación a algunas cosas, pero así y todo nos llama para ser sus ministros, sus mensajeros.

Desea el Señor, convertir nuestra incapacidad en capacidad, en caso de que nos atrevamos, “aunque sea con temor y temblor”, a creer en cada una de las promesas que hizo a “todos los que creyesen en él”, para que sus obras fueran mayores que las que él hizo.

Sabemos también, que no tenemos lucha contra carne ni sangre; es mas conocemos muy bien quien es nuestro adversario y este, desea con todas sus fuerzas que sigamos sintiéndonos indignos de la tarea encomendada por el Señor; de ahí la insistencia y los ejemplos en toda la Biblia que, los que nos precedieron en Cristo no eran ni diferentes, ni mejores que nosotros, sino que lo único que hicieron fue creerle y actuar en consecuencia, es decir con fe.

Eran hombres y mujeres corrientes,  como nosotros,  que el Señor capacitó. Hombres y mujeres que se atrevieron a conjugar el verbo creer, pasando a continuación a conjugar el verbo hacer, en tiempo presente. (Hebreos 11:1)

No temas, el Señor Jesús nos insta a tener la seguridad de que todo lo que hagamos en su nombre, él lo hará, así que, cree y atrévete, en el nombre del Señor Jesucristo.

Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto. (Santiago 5:17-18)

 

Que la  Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

 

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