Dijo Jehová a Samuel: ¿Hasta cuando llorarás por Saúl, habiéndole desechado para que no reine sobre Israel? Llena tu cuerno de aceite, y ven, te enviaré a Isaí de Belén, , porque de sus hijos me he previsto de rey. (1ª Samuel 16:1)
Fue Saúl el primer rey de Israel.
Según lo describe la Biblia, era un ejemplar único del género masculino; alto y de buen parecer. Solo por su hermoso físico, era digno de ser rey. Así que, les dio el Señor a los israelitas lo que tanto estaban anhelando, alguien con apariencia de rey.
Incluso, el profeta Samuel tenía en alta estima a Saúl.
Muy a menudo fijamos nuestros ojos y nuestros sentidos, sobre una determinada persona, porque nos agrada su aspecto físico o nos cae bien, sin saber exactamente el porqué; pensando, o mejor dicho “sintiendo” que está deseando conocer al Señor; esforzándonos durante mucho tiempo, a través de encuentros casuales, y charlas que no vienen al caso, al estar fuera del contexto de la conversación que mantenemos con ellos, para exponerles el evangelio; intentado de esta manera, darles a conocer al Señor Jesucristo, basándonos tal vez, en lo que nos dice la epístola de Judas, -a los que dudan, convencedlos- (creyendo que al prestarnos un poco de atención, por educación o amistad, están interesados en ello). Llegando en ocasiones, a ser impertinentes, e incluso molestos para ellos.
Orando además, (y no es que sea malo) para que el Señor toque sus corazones, cosa que ellos tal vez no desean, ni han pedido que se haga. Resistiéndose y endureciéndose cada vez mas, por nuestra obcecación, y que, a pesar de haber visto algunas de esas personas, la gloria de Dios, no quieren saber nada de Él. Olvidándonos que el Señor es el único que conoce el corazón y la mente de las personas, recomendándonos como comportarnos ante este tipo de situaciones. (Mateo, 10:14)
Sin fijarnos, además, que posiblemente haya a nuestro alrededor o en nuestro entorno, gente necesitada del Señor, que está esperando que alguien pueda ver en ellos esa necesidad y les muestre al Señor Jesucristo. Gente que quizá, no nos guste su aspecto, por ser desaliñada, o antipática, o iracunda, o tosca; o simplemente no nos caiga bien, por cualquier otra cosa; personas, a las que nunca les hemos prestado ningún tipo de atención, (Lucas, 14: 15-24) pero muy necesitada de ella. Olvidando, que para ellos, también es la salvación que ofrece el Señor Jesucristo. (Juan, 3:16)
Cosa que nosotros nunca les podremos ofrecer, si continuamos estando muy ocupados, llorando, como lloraba Samuel por Saúl; atendiendo exclusivamente, al que no quiere nada de Dios.
No se trata de dejar de lado a todos aquellos, que habiéndoles presentado a Jesús, ya sean familiares, amigos o conocidos, (siempre son los primeros a los que les presentamos a Cristo) hayan rechazado el evangelio, sino todo lo contrario; pero comportándonos con sabiduría, sin insistencia, sabiendo que es el Señor quien convence de pecado. Dejando obrar al Espíritu Santo; él lo sabe hacer mucho mejor que nosotros.
Y tal vez, cuando lleguemos a darnos cuenta, que estamos caminando en círculo, sería bueno y quizá conveniente, pedirle al Señor que nos dirija hacia donde haya verdadera necesidad de Él, una vez que hayamos sembrado su Palabra, “donde sentimos que debíamos hacerlo” para no seguir perdiendo mas tiempo, del que ya hemos perdido. No sembrando sobre sembrado, como bien dice el profeta Hageo: Sembráis mucho y recogéis poco……
Porque, nuestra buena voluntad, no coincide casi nunca, con la voluntad de Dios.
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. (Juan, 1:12-13
Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.
He leido el articulo y me parece interesante y a tener en cuenta lo que dices, creo que si que nos pasa esto de hablar del Señor a aquellos que nos caen bien, y somos egoistas en este sentido, al hablarles solamente a los que nosotros pensamos o sentimos, que debemos hablarles.
Cuando eres Joven en el Señor, cometes errores de este tipo por tu ansia de hablar del Señor a la gente, y según vas creciendo, te das cuenta de estas cosas.