Al ser informado el apóstol Pablo de las contiendas que en la iglesia de Corinto se habían levantado, se apresura a escribirles (llamándoles al orden) para aclarar y corregir algunos conceptos que les tenían confundidos. Situación que había conducido a que en la iglesia se levantaran distintas facciones que estaban afectando no sólo a la iglesia, sino a la obra de Dios en esa ciudad:
Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis toda una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer. Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo. ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? (1 Cort. 1:10-13)
Para ello, tuvo el apóstol que recordarles cual había sido su trabajo, y cuál era el trabajo que ellos debían realizar, porque a menudo, se confunden las tareas.
Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales? ¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. (1 Cort. 3:4-8)
Ya que, Pablo, como apóstol que era de Jesucristo, había sido enviado a predicar el evangelio, y una vez recibida la Palabra de salvación, establecer las necesarias bases doctrinales. Bases que él describe como fundamento. Porque el fundamento, es el principio básico de cualquier conocimiento y en este caso se refiere al conocimiento del Señor Jesucristo, donde se apoya, mantiene y yergue su Universal Iglesia.
Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo (1 Cort.3: 10-11)
Una vez asegurado Pablo, que él no era el fundamento, sino Jesucristo (como señalan las Escrituras) se centra en la responsabilidad que cada uno tiene una vez colocado el fundamento, en seguir edificando. Porque parecía ser, y actualmente aún lo parece, que algunos desviándose por interesadas o erróneas interpretaciones, utilizan materiales inadecuados para seguir edificando.
Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. (1 Cort. 3:12-13)
Y esto es así, al “cercenar” versículos de manera interesada o errónea, para dar a conocer que los apóstoles y profetas son el fundamento para “comenzar a edificar” el edificio de Dios, en conformidad a doctrinas de hombres. Cuando no son ellos (apóstoles y profetas) el fundamento, sino el mensaje que predican, si es que han sido enviados por Dios. El único fundamento es Jesucristo; Él es la piedra angular, donde descansa todo el edificio, como a continuación se señala y que generalmente se omite:
Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu. (Efesios, 2:19-22)
Los apóstoles y profetas, al igual que el resto de ministerios, asegura la Palabra, son colaboradores de Dios, y no el fundamento, que es (insistimos) Jesucristo: Porque nosotros (añade Pablo) somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. (1 Cort. 3:9)
Por consiguiente, perseverar en la doctrina de los apóstoles, implica seguir los pasos del Señor Jesucristo, a través de las enseñanzas que ellos (apóstoles y profetas) recibieron de boca del Maestro (Deut. 12:32) sin añadir ni quitar nada:
Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. (Hechos, 2:40-42)
En caso contrario, probablemente, se estarán siguiendo doctrinas de hombres; que, divididos, al igual que en la iglesia de Corinto, unos dirán ser de Pablo, otros de Apolos, otros de Cefas y otros de Cristo.
Por lo tanto, amados hermanos míos, no erremos, porque de nosotros depende, ya que, según el rey David, el dulce cantor de Israel, cuando los fundamentos son destruidos, ¿Qué le queda al justo? (Salmos, 11:3. NVI)
Thank you!!!