¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello. (Mateo, 23:23)
Amonesta el Señor Jesús de esta manera a los escribas y a los fariseos, aunque también podríamos aplicárnosla a nosotros, (la amonestación) porque el hacer algo establecido por el Señor, no quita el dejar de hacer otras cosas, establecidas también por Él. Desea el Señor un equilibrio o armonía en el proceder de todos aquellos que nos consideramos discípulos de Jesucristo.
Entendiendo, (por la amonestación de Jesús) que algunos de nosotros carecemos del sentido del equilibrio, y no me refiero a mantenernos firmes sobre nuestros pies. Sino a mantenernos equilibrados, entre lo natural y lo espiritual.
Tal vez resulte una extravagancia para algunos, creer que somos una dualidad, es decir, materia y espíritu, pero las mismas Escrituras lo aseguran, (1ª Tesa. 5:23) aunque a menudo solo somos o carne (materia) o solo espíritu, refiriéndome exclusivamente a los creyentes. Así de simple, nos comportamos en ocasiones carnalmente (en el buen sentido de la palabra) y en otras espiritualmente, sin ningún tipo de equilibrio entre ambas (podríamos decir) naturalezas.
Todo esto viene a colación por algo que me contó una señora, en cuanto al comportamiento de su marido.
Y no se trata de malos tratos físicos o psíquicos, ni cosas semejantes sino que este varón basándose en lo que le dijo Jesús a Marta cuando fue a quejarse por la actitud de su hermana María, le contestó:
…. Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sola una cosa es necesaria y María ha escogido la buena parte. La cual no le será quitada. (Lucas, 10:38-42)
El varón en cuestión, una vez que regresa de su trabajo, después de asearse y cambiarse de ropa, que su esposa lava y plancha, alimentarse con la comida que su esposa le prepara, hace lo posible para inmediatamente dirigirse a la iglesia donde se congrega, ubicada en distinta localidad de la que reside. Porque para él la buena parte es irse a la iglesia; dejando la mayor parte de la carga familiar sobre los hombros de su esposa. Tanto la crianza y educación de sus hijos, como la administración y gobierno del hogar.
Y no es que sea mala la actitud de este varón, pero quizá sea inadecuada, debido a que en Dios las prioridades siguen este orden: Dios, familia, (esposa e hijos) iglesia, trabajo. Aunque muchos de nosotros confundimos los servicios religiosos con el servicio a Dios. Obviando la responsabilidad que como sacerdotes tenemos en nuestro hogar, invirtiendo el orden de las prioridades al anteponer la iglesia y el trabajo por delante de las necesidades familiares. De ahí que para algunos este sea el orden de sus prioridades, que para mí son un desorden: Iglesia, Dios, trabajo, familia
Nuestros seres queridos, al igual que nosotros, necesitan además de nuestras oraciones, sentirse amados, comprendidos y aceptados. Y esto no solo se consigue a través de las oraciones, sino con demostraciones reales de afecto, y tal vez con algún que otro abrazo y alguna palabra cariñosa.
Aunque comprendo que a los “espirituales” esto les parecerá ridículo. Así que yo les preguntaría: ¿Qué te parecería a ti varón, (que eres todo espíritu) cuando al regresar a casa después de un duro día de trabajo, encontraras la casa hecha un desastre, los niños muy sucios y llorando, sin nada para comer, y tu esposa te dijera, -cariño, no he podido hacer nada, ni preparar la comida a nuestros hijos, estuve todo el día en la iglesia, no te puedes ni imaginar lo bien y lo feliz que me he sentido – Y así un día y otro día?
O que opinaría una esposa, (muy espiritual) si su marido, al regresar a casa le dijera:
-Amor, no he ido a trabajar, al levantarme, he sentido que tenía que orar y me ido a la iglesia; espero que lo comprendas. Tal vez mañana tampoco vaya al trabajo, porque he sentido tanto gozo que parecía que estaba en una nube… Así que sería bueno que les pidieras algo de dinero a tus padres, porque ya no nos queda y el pago de la hipoteca está por llegar.-
¿Quiere esto el Señor? Yo al menos no lo veo en las Escrituras. Lo que si veo y además creo es en el equilibrio en Dios. Porque a pesar de que podemos vivir en el espíritu, estamos en la carne, y no se trata de pecar, sino de nuestro cuerpo.
Y nuestra carne, nosotros, además de alimento, vestido y alguna cosa (muchas) mas, necesitamos que se nos demuestre que se nos quiere. A la vez que necesitamos demostrar nuestro cariño y amor a otros. (Sobre todo a los de nuestra casa) Porque no se puede ser solo espiritual y olvidar las necesidades que haya a nuestro alrededor, según declara san Pablo:
Manda también estas cosas, para que sean irreprensibles; porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado su fe, y es peor que un incrédulo. (1ª Tim. 5:7-8)
Entendiendo que no se trata solo de proveer lo espiritual, sino también lo material, porque si caminamos con el Señor, debe haber armonía entre nuestras dos naturalezas. No olvidando al Señor, ni olvidando a las personas. Orando y obrando.
Pero sobre todo teniendo siempre en cuenta que una persona equilibrada, (en Dios) es la que actúa siempre de un modo razonable; y si es espiritual, se guía por toda la Palabra de Dios, sin dejarse llevar por sus propias ideas o sentimientos, manifestando estabilidad, (equilibrio) tanto espiritual como natural, en todo su comportamiento.
Porque el amar a Dios sobre todas las cosas, implica el tratar a los demás como tu quieres que te traten. (Mateo, 22:36-40)
Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.
Me parece una reflexión muy acertada porque como hombres tendemos a los comportamientos extremos. Y lo agradezco especialmente porque si muchos varones tuvieran esta materia clara y equilibrada en su vida, habría muchas mas mujeres con tiempo para dedicarse a tareas de la iglesia con mas libertad.
Abrazos fraternales.
Comparto su reflexión. Es más, creo que verdaderamente nos mostramos tal como somos en casa (con los nuestros) y ahí es donde debe empezar a reflejarse nuestro cambio (si lo hubiese), nunca olvidando que debemos caminar en las dos naturalezas, ya que a veces nos salen alas… 🙂
Un Saludo
Dios lo bendiga hermano.
Comparto totalmente su reflexion. Las prioridades del Señor, como usted las describe, (Dios, familia, -esposa e hijos- iglesia, trabajo) son fundamentales, y debemos vivirlas como Él lo pide. Cuando se pierde el equilibrio, entonces se pasa de ser un cristiano espiritual a uno emocional.
Pablo incluso escribió que nuestro culto es racional.
No perder el equilibrio. Sin dejar de congregarme, no debo de estar metido el dia entero en una iglesia, por cuanto de esa manera, descuido el hogar que Dios mismo me dio, y convierto mi fe en vana religión.
Compartiré esta pagina de su blog con mis amigos, y le agradezco de antemano su aceptación.
Un abrazo desde Caracas – Venezuela.