Hace unos años, durante un viaje que realicé junto a mi esposa y unos amigos, por Andalucía, quedé impresionado al contarme de qué forma se trazó la carretera por donde circulábamos. Era tan recta la carretera, que de tan recta, a no ser por los campos de blanco algodón que la envolvían, hubiera resultado más que monótona.
Me dijeron que para su trazado, contrataron a un campesino y que con su mulo y su arado, se fijara desde donde estaba, en el campanario del pueblo y una vez metido el arado en la tierra, sin desviar su mirada, no parara hasta llegar a él. Consiguiendo por su buen hacer, un perfecto y recto surco. Surco que se convirtió en camino, y de camino, con el paso del tiempo, en carretera.
Al recordar ese viaje, me vino también a la memoria lo que les dijo el Señor Jesús a algunos de los que le seguían y a otros que él llamó, cuando le expusieron algunas objeciones:
Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que vayas.
Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
Y dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.
Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.
Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa.
Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios. (Lucas. 9:57- 62)
Y lo dijo, porque muchos de nosotros, al igual que los que le conocieron durante su vida terrenal, emocionados y “tocados” después de una emotiva predicación o después de haber oído un bello testimonio, o haber visto algún milagro “tomamos la decisión” de seguir y servir a Cristo a lo largo de nuestra vida, pero como la decisión (a veces) suele ser más bien emocional, y más corta que nuestra vida, comenzamos a echar de menos lo que dejamos atrás, y al volver la vista a lo que atrás dejamos, los surcos “espirituales” que deberían ser rectos siguiendo al Maestro, se tuercen.
Torcidos surcos espirituales, que pueden llegar a trazar caminos equivocados, confundiendo a muchos. Porque “el mirar atrás” no solo consiste en echar de menos algunas de las cosas que dejamos para seguir a Cristo, sino el querer incorporarlas a la nueva vida en Él. Y que al incorporarlas, perdemos de vista al Señor que nos rescató, dejando de ser competentes (aptos) para el reino de Dios.
De ahí que en La Palabra de Dios, se nos anime a no dejar de mirar a Jesús, a lo largo de todo nuestro caminar:
Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.(Hebreos, 12:1-2)
Incluso san Pablo, expone, totalmente convencido, que olvida lo que queda atrás y se extiende hacia delante, siguiendo el supremo llamamiento de Cristo.
Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo.
Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.
No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.
Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. (Filipenses, 3:7-14)
Por lo tanto si nos fijamos en el Señor, sin mirar atrás, los surcos de nuestra vida serán totalmente rectos en Cristo, en caso contrario nuestra vida serán una sucesión de surcos torcidos sin validez alguna para el Señor.
Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.
Muchas gracias Maestro y amigo por estas reflexiones, las pondremos en práctica para ser cada vez más parecidos a nuestro Señor Jesucristo. AMEN Y AMEN!!!
BENDICIONES para toda la Congregación y cordiales recuerdos
Gracias a Dios por su vida hermano Antonio. Sus artículos son una bendición para mi vida, siempre aprendo algo nuevo porque a través de sus reflexione,s se que es Dios hablando a mi vida. Dios le bendiga a usted y a todos los hermanos de por allá. Saludos cálidos desde Cuba
Excelente, como siempre. Me quedo pensándolo. Gracias. Que Dios continúe su obra en ti.
Gracias p su reflexion, cierto es tenemos q todos l dias estar buscando de Dios para no perder la direccion de Dios q un dia encontramos a traves de Jesus,
Son tiempos difíciles y peligrosos, y muchos están perdiendo la dirección de continuar p el surco correcto q es la Palabra de Dios, tras las cosas de este mundo, las vanidades y el afán, convirtiendose en surcos torcidos.
Dios nos ayude podamos alcanzar el supremo llamamiento al cual nos ha llamado.
Compartiremos su reflexión con la congregación
EXCELENTE MEDITACIÓN, DE VERAS ME HA IMPACTADO MUCHÍSIMO!!!!