Jehová prueba al justo… (Salmos, 11:5)
Hace unos pocos años, tuve un infarto; trance por el que nunca había imaginado tener que pasar. Así que tuve que pasar por él y superarlo.
Al no ser fumador (nunca lo fui) ni bebedor, ni hipertenso, moderado en las comidas, amante de la vida sana y del deporte, sin antecedentes familiares, e hijo de Dios, no podía creer y menos aceptar, que estaba sufriendo un infarto. Pero sucedió.
Durante el proceso, llegué a temer que estaba sufriendo un ataque del enemigo; no encontraba otra razón, pero hasta en esto, no estaba seguro. Lo único seguro era que estaba sufriendo un infarto.
Al Señor busqué en el día de mi angustia; Alzaba a él mis manos de noche, sin descanso; Mi alma rehusaba consuelo. (Salmos, 77:2)
Durante el tiempo que permanecí en el hospital, pensaba en las personas a las que les había asegurado que el Señor, cuidaba de los suyos. Que si te ocupas (les decía) de las cosas de Dios, él se ocupará de las tuyas. Así que, con estos pensamientos en mi cabeza, tendido en la cama del hospital, el sentimiento que me embargaba era el de vergüenza, como si le hubiera fallado a Dios, dejándole en mal lugar al enfermar. (Salmos, 6:1-10)
El acusador trabajó duro conmigo, intentando que me rindiera, al hacerme creer que el Señor ya no me necesitaba y que no valía la pena seguir orando y esperar en Él. (Job, 2:6-10)
Pero resistí y salí airoso con la ayuda de Dios de esa prueba. Porque fue una prueba; para mí y para mi familia, incluso para la congregación a la que pertenezco.
Pero, ¿Qué es una prueba? Pues, una prueba, (refiriéndonos a personas) la podríamos considerar como la acción de probar a alguien para conocer sus cualidades, verificar lo que de ella se espera, saber cómo reacciona, y su resultado.
Y Dios nos prueba de manera pública y notoria (no lo esconde) para dar a conocer nuestra calidad como discípulos de Jesucristo y por lo tanto hijos de Dios.
Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.
En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, (1ª Pedro, 1:3-7)
Me sirvió la prueba, para entender con mucha más claridad, mi fragilidad, limitaciones y pequeñez ante la dificultad; ante lo que no podía controlar. Que no era dueño de mi futuro, que todo dependía de Dios y que a Él debía de agarrarme y esperar en Él.
Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. (Sant. 1:2-3)
Entendí además, que a partir de ahora ya no solo tendría palabras de consuelo para los que pasaran por un trance similar, sino que podría compartir mi experiencia con ellos para ayudarles. (Gál. 4:13-14)
Aprendí, a través de la aflicción, confianza, y esta, tomándome de la mano, me llevó a la paciencia. Pude entrever (durante el proceso) el amor de Dios y su deseo de que sepamos que aunque no nos gusten, las pruebas nos pulen y enriquecen.
Asumí también, que mi cuerpo, nuestro cuerpo, se va desgastando poco a poco, a través de los años y que a veces una enfermedad no es una prueba, es simplemente desgaste; por lo tanto, sería bueno y recomendable, antes de que vengan los años (porque vendrán) en que limitados (Ecles. 12:1) en alguna manera por ese desgaste, busquemos la dirección al Señor con todas nuestras fuerzas para darlo a conocer, porque la vida del hombre como dice La Palabra de Dios, es como hierba que crece en el campo.(Salmos, 103:15-18)
Con la seguridad de que al hacer su voluntad, como está escrito, nada ni nadie nos podrá separar de Él.
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero.
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. (Rom. 8:35-39)
Así que si somos del Señor, sería bueno que aprovechásemos bien el tiempo, nuestro tiempo. (Col. 4:5)
Jesús viene.
Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.
AMEN
Gracias y AMÉN!
Un buen recordatorio, para cuando pasamos por pruebas y tribulaciones. Gracias Antonio.
Gracias