El Espíritu de Babel

Vivo en una pequeña ciudad en donde coexisten (coexistimos) varios grupos religiosos que a continuación paso a detallar: Católicos, Adventistas, Testigos (mal llamados) de Jehová, Evangélicos (de varias tendencias) en los que nos encontramos nosotros y musulmanes, aunque a estos vamos a dejarles aparte.

Los católicos a pesar de ser los más numerosos y que durante muchos años “se han llevado el gato al agua” últimamente les he visto “predicando” al aire libre, en un parque céntrico de la ciudad; en el mismo parque donde también “predican” por separado y reparten tratados, algunas iglesias pertenecientes a distintas denominaciones de las llamadas evangélicas; en el mismo parque donde parejas de “testigos” ofrecen también sus tratados, a los que tranquilamente están tomando el fresco o vigilando el juego de sus hijos; en el mismo parque donde adventistas colocan mesas con folletos en los que se ofrece solución para todo tipo de adicciones.

Todos en el mismo parque y con el mismo fin: Que se conozca al Señor; aunque más bien se podría decir que de lo que se trata, es de que se conozca al Señor que ellos predican y dicen representar; creando tal confusión en la gente, que optan por no querer saber nada de nada, de Dios.

Es tal la confusión creada, que el único que saca ventaja de esta situación es nuestro adversario el diablo, porque nuestro Dios no es un Dios de confusión.

Situación esta que me hizo recordar el episodio bíblico de la torre de Babel, porque Babel, como todos sabemos significa confusión, y que confusión significa algo que muchos desconocen y deberían conocer: Desorden provocado para hacer caer en el error a una persona.

Génesis 11
1. Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras.
2. Y aconteció que cuando salieron de oriente, hallaron una llanura en la tierra de Sinar, y se establecieron allí.
3. Y se dijeron unos a otros: Vamos, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego. Y les sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el asfalto en lugar de mezcla.
4. Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra.
5. Y descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres.
6. Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos estos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer.
7. Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero.8. Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad.
9. Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra.

Se puede fácilmente deducir que después del Diluvio, los descendientes de Noé, tenían un mismo sentir, por la reciente experiencia vivida y por la bendición que de Dios habían recibido. (Génesis, 9:1-2)  Por lo tanto podían y estaban capacitados para comunicarse con Dios. Y para ello tenían un mismo y único lenguaje para hablar entre ellos y con Dios: el idioma que de Dios habían recibido.

Y a pesar de esa maravillosa relación que podían disfrutar con el Creador, optaron por dejarla de lado, y tomar la decisión sin contar con Él de edificar una ciudad y una torre, para hacerse “un nombre”, utilizando sus propios materiales de construcción (ladrillos) rechazando lo creado (piedras) por el Señor. Queriendo hacer las cosas a su manera sin contar para nada con el Señor; confundiendo los términos de la relación que les unía a Él.

Porque la confusión se inició en la mente de los hombres, al creer que a su manera y sin el concurso del Señor podían agradarle. El Señor lo único que hizo fue confundir su lengua para que no se entendieran entre ellos, perdiendo la relación inicial que tenían con Él. Confundió el Señor las lenguas porque su mentalidad, su forma de pensar, ya estaba confundida, al haber comenzado a construir de forma errónea. Por lo tanto Babel, no es confusión porque Dios trajo confusión, sino que tuvo que confundir su lengua, para que al no entenderse no siguieran adelante en lo que estaban haciendo, al estar construyendo sobre una base de confusión.

Una vez expuesto muy brevemente nuestro punto de vista sobre la porción bíblica de la Torre de Babel, intentaremos dar a conocer basándonos en lo mostrado, al espíritu de Babel o confusión que acampa a sus anchas en muchas de nuestras iglesias y congregaciones.

Este espíritu (que el Señor le reprenda) no se opone en un principio que se dé a conocer al Señor, siempre que se haga a su manera, porque sería descubierto inmediatamente; lo que hace, es que al partir todos los cristianos y pseudocristianos de la misma fuente (La Biblia) y poseyendo la misma información, hace creer o más bien confunde, a los que puede, que tienen en exclusiva (con el respaldo de Dios) dicha información, para exponerla y enseñarla (al habérsela revelado) de diferente manera que los demás. Confundiendo, como ya se ha dicho, en primer lugar al que la expone, al haberle hecho creer (obrando en su mente) que sin consultar al Señor, se pueden tomar decisiones que solo le competen al mismo Dios. (Mateo, 15:8-9)

De ahí que a lo largo de la historia, una extensa variedad de doctrinas, credos, sectas, ministerios, organizaciones, denominaciones, entidades, iglesias, asambleas, etc. etc., hayan salido del mismo libro, La Biblia. Libro Sagrado, que cada uno interpreta a su manera y conveniencia, para mayor confusión. Cuando la revelación e interpretación de La Palabra de Dios, debería y debe ser la misma y por igual para todos. (2ª Pedro, 1:19-21;  3:15-16)

El espíritu de Babel o confusión, hace creer que con lo que se conoce de Dios, con lo que Él ha revelado a través de Su Palabra, no se tiene lo suficiente para obtener una buena relación con el Creador, sino que partiendo de nuestro propio y confundido conocimiento, sin tener en cuenta para nada al Señor, podemos darnos a nosotros mismos “un nombre” (apóstol, profeta, evangelista, etc.) y obrar en consecuencia, sin ningún tipo de intervención divina. (Génesis, 17:5) (Apoc. 2:17)

Por lo tanto el espíritu de Babel o confusión, es todo aquello que nos impulsa a creer que podemos estar más cerca de Dios, a través de nuestros propios medios: Conocimiento, carisma, facilidad de palabra, don de gentes, etc., recursos que al fin y al cabo pueden conducir y de hecho conducen a una nueva forma de religión, al desechar los medios establecidos por el Señor, creyendo, confundidos (insisto) por el espíritu de Babel, (al haberle dado paso) que los fundamentos ideados por nosotros son buenos, adecuados y apetecibles. Y que al ganar adeptos, porque se ganan adeptos, es señal inequívoca del respaldo del Señor (según ellos) a esa «sobrenatural» iniciativa; seguidores que al aprender el mismo lenguaje, generarán aún más confusión al ser portadores del mismo mensaje. (2ª Tim. 3:1-6)

Es un espíritu de división, al que le encanta aportar nuevas visiones y revelaciones que por supuesto no son de Dios, aunque muy atrayentes; confundiendo a los creyentes (es su especialidad) al considerar muchas de las visiones y las revelaciones que en La Palabra de Dios encontramos, como obsoletas, y por lo tanto fuera de lugar para este tiempo. (1ª Tim. 4:1) (1ª Juan, 4:1)

Suele manifestarse en la Iglesia, dividiendo o creando subgrupos de “creyentes” en la misma congregación, al saltarse lo por el Señor establecido. Suele operar en varias congregaciones a la vez, y que al tiempo añadiendo aún más confusión, tratará si le es posible formar otros grupos más novedosos, procedentes de distintas divisiones con nuevas y diferentes doctrinas sacadas de La Palabra, pero, interpretadas por los que tiene tomados el espíritu de confusión, y que hablan su misma lengua. (Rom. 16:17-18)

Y así vez, tras vez, para que el mundo, las gentes, al ver la confusión religiosa no quiera saber nada de Dios.

Es tal la confusión existente, que nunca antes ha habido tantos grupos religiosos, que aseguran tener la verdad de Dios; grupos llenos de soberbia y fatuidad, que han alejado de ellos la humildad que debería distinguir a todos aquellos que han vislumbrado algo de esa verdad, para atraer sin ningún tipo de confusión a los pies del Maestro, a los cargados y trabajados de este mundo, y no a los pies de algún líder presuntuoso y confundido, y no por ignorancia, sino por orgullo y vanagloria. Todo lo contrario de lo que espera el Señor de los hombres y mujeres que le han conocido.

Así que, al no ignorar las maquinaciones del adversario y sabiendo en quien hemos creído, hagamos nuestra la recomendación que el apóstol Pablo le hizo a su discípulo Timoteo, para que “sin atajos espirituales” sigamos dando a conocer con total transparencia y sin ningún tipo de temor, la sana doctrina:

Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.
Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.
   
(2ª Tim 4:1-4)

Así que nosotros a lo nuestro, porque el que es de Dios, las palabras de Dios oye.

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

3 comentarios sobre “El Espíritu de Babel

  1. Amado hermano :
    Esta es la palabra que HOY EN DÍA EL PUEBLO DE DIOS NECESITA para salir del letargo (CONFUSIÓN) en la cual el Enemigo los ha llevado.
    Me interesa compartir palabra de VERDAD con usted ,es decir Sana Doctrina.
    Así que si pudiese hacerme saber su email para ello y poder disertar a La Luz de las escrituras .

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.