Se encontraba Moisés recibiendo instrucciones de Dios en lo alto del monte Sinaí, cuando de repente el Señor le dice:
Anda, desciende, porque tu pueblo que sacaste de la tierra de Egipto se ha corrompido.
Pronto se han apartado del camino que yo les mandé; se han hecho un becerro de fundición, y lo han adorado, y le han ofrecido sacrificios, y han dicho: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto. (Éxodo, 32: 7-8)
La historia como todos sabemos contada brevemente, es la siguiente: El Señor libera de la esclavitud de Egipto a los israelitas, estos salen precipitadamente guiados por Moisés de Egipto. Cruzan el mar Rojo de manera milagrosa, y en el desierto, el Señor les provee de comida, agua y de todo lo necesario para su subsistencia, además de librarles de Amalec, su enemigo jurado. (Éxodo, 17:16)
Pero llega el momento que el Señor como único y legal legislador de Israel, su pueblo, desea proveerles de ordenanzas, estatutos y leyes justas de las que carecían. Normas que da a conocer a Moisés para que este, a su vez, las de a conocer a los israelitas para que las pongan en práctica.
Era el israelita un pueblo sin normas. Y a pesar de haber visto la omnipotencia del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, consideraron no esperar a Moisés para tomar, sin normas, sus propias decisiones: Se hicieron un dios en forma de becerro, al que de manera curiosa le atribuyeron su libertad:
Viendo el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron entonces a Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido.
Y Aarón les dijo: Apartad los zarcillos de oro que están en las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos. Entonces todo el pueblo apartó los zarcillos de oro que tenían en sus orejas, y los trajeron a Aarón; y él los tomó de las manos de ellos, y le dio forma con buril, e hizo de ello un becerro de fundición. Entonces dijeron: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto. (Éxodo, 32:1-4)
No se conformaron solamente en moldear un becerro de oro, sino que además lo adoraron diciendo que era una “fiesta para Jehová”. Fiesta que desembocó al no tener nada que ver el Señor en ella, en un verdadero desenfreno. (Éxodo, 32:5-6)
Y es aquí cuando comienza el problema.
Y volvió Moisés y descendió del monte, trayendo en su mano las dos tablas del testimonio, las tablas escritas por ambos lados; de uno y otro lado estaban escritas. Y las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios grabada sobre las tablas. Cuando oyó Josué el clamor del pueblo que gritaba, dijo a Moisés: Alarido de pelea hay en el campamento. Y él respondió: No es voz de alaridos de fuertes, ni voz de alaridos de débiles; voz de cantar oigo yo. Y aconteció que cuando él llegó al campamento, y vio el becerro y las danzas, ardió la ira de Moisés, y arrojó las tablas de sus manos, y las quebró al pie del monte. (Éxodo, 32:15-19)
Problema que para los israelitas se solucionó, al menos temporalmente, aunque pagando por ello un precio muy elevado. (Éxodo, 32:25-35)
Problema, que los que nos consideramos pueblo de Dios, deberíamos tener muy en cuenta, ya que en la actualidad aun se siguen construyendo becerros aunque no sean de oro. Becerros que aunque no se hagan con mala intención nada tienen que ver con el Dios de la Biblia. Haciendo buena la siguiente frase: “El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones”. Frase, cuyo autor desconozco, pero reconozco su buen tino.
La verdad es que el Dios de la Biblia, no parece para muchos, ni muy simpático y menos aún atrayente. A muchos “no le cae bien” el Señor de Gloria.
Así que debido a ello, se fabrican o se hacen todo tipo de becerros y encima, les dan el título de dios. Dioses simpáticos, tolerantes y comprensivos con las debilidades humanas, que ni juzgan ni reprueban ningún desliz. Que permiten sentarse a comer y a beber, para después levantarse a “regocijarse” hasta la saciedad, incluso (según dicen) espiritualmente. Dioses hechos, cincel en mano, al igual que Aarón, por aquellos que deberían negarse a ello por muy presionados que se sintieran para agradar al pueblo. (Éxodo, 32:21-24)
Porque de lo que se trata (así lo creo) es de tener siempre en cuenta que hemos sido creados a la imagen y semejanza de Dios, para servirle, honrarle y para hacer todo aquello que nos demande, y no para lo que nos demande “la sociedad”. (Mateo, 4:10)
Que lo importante en vez de hacer becerros, es llenar a la gente de Dios. Pero que para poder llenarla (a la gente) primero deben (todos) vaciarse de todo aquello que durante años se ha ido acumulando al estar alejados de Dios. Porque nada se puede llenar si antes no se vacía. Los israelitas estaban llenos de Egipto y esa plenitud les llevó a adorar lo que no debían; a los dioses que llevaban en su corazón y en su mente.
La conclusión es que lo sucedido a los israelitas con el becerro, debería servirnos como ejemplo para no caer en el mismo error. Que no todo vale como adoración a Dios, aunque se haga de corazón, porque en Sinaí, el becerro, de corazón se hizo: “Haznos dioses que vayan delante de nosotros” pidieron, y así lo hizo a Aarón. (Prov. 16:2)
Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. Porque el Señor Jesús dejo dicho: “Que si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo” (Mateo, 15:14)
Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios