“La religión moderna se enfoca en llenar la iglesia de gente. El verdadero evangelio se enfatiza en llenar a la gente de Dios” A. W. Tozer
Desde que el pasado domingo compartiera lo que le aconteció a Giezi, servidor de Eliseo profeta de Dios, al solicitarle (dicho servidor) de manera mentirosa, a Naamán general del ejército sirio, recién sanado de lepra, un importante presente “en metálico” en nombre de su señor Eliseo, me inquietó el contenido de la “reprimenda” que el profeta Eliseo le soltó a su criado Giezi; informándole a la vez de las consecuencias que le iban a acarrear su (mala) acción:
…….. Y Eliseo le dijo: ¿De dónde vienes, Giezi? Y él dijo: Tu siervo no ha ido a ninguna parte.
El entonces le dijo: ¿No estaba también allí mi corazón, cuando el hombre volvió de su carro a recibirte? ¿Es tiempo de tomar plata, y de tomar vestidos, olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas?
Por tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre. Y salió de delante de él leproso, blanco como la nieve. (2 Reyes, 5:25-27)
Una vez en casa, al terminar la jornada dominical, no se apartaba de mi mente la amonestación que le dirigió Eliseo a su servidor y que de nuevo cito, pero en distinta versión bíblica: ¿Acaso es éste el momento de recibir dinero y ropa, huertos y viñedos, ovejas y bueyes, criados y criadas? (NVI)
Amonestación esta, que tal vez me estaba inquietando para que abriera los ojos y me diera cuenta de la deriva que está tomando gran parte de la Iglesia de Jesucristo, centrada mayoritariamente, en que los locales o centros de reunión (también llamados iglesias) se llenen de gente a cualquier precio, en vez de llenar la gente de Dios; como dejó dicho el pastor y predicador, Aiden Wilson Tozer, el pasado siglo.
Porque parece ser que se le está dando más importancia y se dedica más tiempo y medios “para ganar almas” que (aunque no todos) para cuidar de las almas ganadas.
Amonesta Eliseo a Giezi diciéndole (aunque parafraseando lo dicho) que en el tiempo en que estaban viviendo, tiempo convulso e idolátrico, no era el momento de pensar en uno mismo, sino en dar a conocer la realidad de Dios a las gentes, y la única manera de hacerlo ya que con palabras no era suficiente, debía ser a través del poder de Dios. Poder de Dios manifestado en la sanidad de Naamán, que regresaba a su país sanado su cuerpo y tocada su alma.
Entonces Naamán dijo: Te ruego, pues, ¿de esta tierra no se dará a tu siervo la carga de un par de mulas? Porque de aquí en adelante tu siervo no sacrificará holocausto ni ofrecerá sacrificio a otros dioses, sino a Jehová. (2 Reyes, 5:17)
Entonces, mi pregunta después de meditar en el rapapolvo de Eliseo a su criado, es esta: ¿Qué tiempo es para nosotros ahora, sabiendo que algunos de nuestros pensamientos no están alineados con los del Señor? ¿Tiempo de mirar por los intereses del Señor o por los nuestros?
Aunque muy bien podríamos justificarnos diciendo, que nuestro deseo de llenar “la iglesia de gente” es para la gloria de Dios, y por lo tanto por sus intereses, pero, ¿Es esto así? Y si es así, ¿Por qué la Iglesia “no trastorna al mundo” como durante un tiempo lo trastornó? (Hechos, 17:6)
Pues, tal vez, el motivo sea, por radical que nos parezca, que los que llenamos las iglesias, no estamos llenos de Dios, así de simple. Cómo si (parece ser) nuestra labor terminara una vez que registrados (los ganados para Cristo) en los libros de membrecía, diezmando y ofrendando regularmente, y asistiendo a las actividades, seminarios y cosas por el estilo que se ofrecen, fuera más que suficiente.
Como si el llegar a formar parte de la iglesia, fuera la meta final a alcanzar. Cuando de lo que realmente se trata, al llegar a formar parte del Cuerpo de Cristo, es el comenzar a caminar en el Espíritu, porque de hecho hay un nuevo comienzo, una nueva andadura en Cristo Jesús.
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. (2 Cort. 15: 7)
Debiendo ser el momento de alinear nuestros pensamientos, con los pensamientos de Dios. De ajustar nuestro tiempo, al tiempo de Dios. Para que a través de la obediencia hacia su Palabra, lleguemos, al creerla, a llenarnos de su divina presencia.
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. (Juan 15:7)
Y todo esto, para que nuestro tiempo no sea para adquirir bienes o títulos “en su nombre” sino para proclamar y vivir en medio de esta sociedad convulsa, secular e idolátrica el evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Para no quedar señalados (leprosos) como Giezi, al tener que recibir un fuerte “tirón de orejas (a la manera de Eliseo) de parte de Dios”
Porque: Al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado. (Santiago, 17:4)
Lo demás, además de excusas, son historias. Así que, como tantas veces digo: De nosotros depende.
Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.
Gracias pastor Antonio, es un mensaje dado en el Espíritu y recibido en el Espíritu,de otra manera no hubiera sido tan oportuno,casi me aplasta el peso del mismo asunto en mi vuelta por la capital, se llenan los locales y nos falta más presencia del E.S. para deshacer las obras del maligno. Dios bendiga su iglesia conforme a su propósito. Dios le bendiga y guarde.