Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. (Mateo, 6:24)
Esto es lo que literalmente dejó dicho el Señor Jesucristo, en cuanto a que se debería tener muy claro el sentido de permanencia; el de saber de quién somos y a quién servimos. (Juan 15:4-5)
Porque si parafraseáramos las palabras del Señor, el versículo citado de Mateo, más o menos quedaría así: Se puede servir a dos señores, pero se tendrán problemas, porque siempre nos agradará servir a uno más que al otro. Por lo tanto se debe elegir entre Dios y el mundo.
Y para entenderlo mejor hemos elegido una porción de La Palabra que clarifica la situación que estamos comentando. Y que se trata de lo acontecido al profeta Elías con Acab rey de Israel, y con su esposa Jezabel.
Sabemos que Acab estaba casado con una mujer extranjera llamada Jezabel hija de un rey sidonio, y que esta, atrajo a su esposo al culto a Baal (dios sidonio) y no sólo eso, sino que introdujo ese culto en Israel, provocando que muchos israelitas se apartaran de Jehová, Dios de Israel:
Comenzó a reinar Acab hijo de Omri sobre Israel el año treinta y ocho de Asa rey de Judá.
Y reinó Acab hijo de Omri sobre Israel en Samaria veintidós años. Y Acab hijo de Omri hizo lo malo ante los ojos de Jehová, más que todos los que reinaron antes de él. Porque le fue ligera cosa andar en los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, y tomó por mujer a Jezabel, hija de Et-baal rey de los sidonios, y fue y sirvió a Baal, y lo adoró. E hizo altar a Baal, en el templo de Baal que él edificó en Samaria. Hizo también Acab una imagen de Asera, haciendo así Acab más que todos los reyes de Israel que reinaron antes que él, para provocar la ira de Jehová Dios de Israel. (1 Reyes, 16:29-33)
Llegó tan lejos el desafío de Acab, que Dios tomó la determinación de cerrar los cielos para que no cayera ni una gota de agua sobre Israel, provocando así una terrible sequía en todo el país al haberse apartado del Dios verdadero, encomendándole al profeta Elías el anunciarlo.
Entonces Elías tisbita, que era de los moradores de Galaad, dijo a Acab: Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra. (1 Reyes, 17:1)
Pasado un tiempo Elías, se presenta ante el rey Acab para que de una vez por todas se decidan los israelitas a quien seguir, ya que estaban sirviendo a dos señores, pero que a uno de ellos habían prácticamente arrinconado:
Entonces Acab convocó a todos los hijos de Israel, y reunió a los profetas en el monte Carmelo. Y acercándose Elías a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra. (1 Reyes, 18:20-21)
Eran israelitas (pueblo de Dios) los que habían aceptado la moda reinante del culto a Baal, que había introducido el rey Acab en Israel, bajo la influencia de su esposa Jezabel. Descendientes todos ellos, de aquellos que el Señor había liberado de la esclavitud de Egipto; de los que cruzaron el mar rojo a pié seco; de los que durante 40 años el Señor les alimentó con maná; de los que ni su ropa ni su calzado se desgastó durante ese tiempo; de los que recibieron la ley de Moisés en el Sinaí; de los que llegaron a la tierra prometida por Dios, a Abraham, amigo de Dios; de los que vieron las maravillas y el poder de Dios; de los que recibieron todo tipo de propiedades sin haberlas trabajado; de los que el Señor dijo que eran su pueblo. Descendientes todos ellos, de los que fueron advertidos que no se olvidaran de Jehová, quien había hecho que todo lo acontecido fuera posible; pero se olvidaron y se fueron tras dioses ajenos y los sirvieron, en detrimento de Jehová.
Cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra que juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob que te daría, en ciudades grandes y buenas que tú no edificaste, y casas llenas de todo bien, que tú no llenaste, y cisternas cavadas que tú no cavaste, viñas y olivares que no plantaste, y luego que comas y te sacies, cuídate de no olvidarte de Jehová, que te sacó de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. A Jehová tu Dios temerás, y a él solo servirás, y por su nombre jurarás. No andaréis en pos de dioses ajenos, de los dioses de los pueblos que están en vuestros contornos; porque el Dios celoso, Jehová tu Dios, en medio de ti está; para que no se inflame el furor de Jehová tu Dios contra ti, y te destruya de sobre la tierra. (Deut. 6:10-15)
Servían los israelitas a dos señores, pero a Baal más, porque la clase gobernante y los que estaban en posiciones destacadas y de poder, también lo hacían, y debido a esto, Elías profeta del Dios verdadero, reta a sacerdotes y profetas de Baal, para que definitivamente, el pueblo de Israel, se convenciera quien era el Dios verdadero.
Lo que aconteció al estar escrito, lo sabemos; Baal no respondió al llamado de los 450 profetas de Baal y de los 400 profetas de Asera, que Jezabel alimentaba. (1 Reyes, 18:19-29)
Así que Elías, llamando al pueblo para que vieran de cerca que es lo que estaba haciendo, arregla el altar de Dios que estaba arruinado (se tenía más cuidado con el altar de Baal) añadiéndole doce piedras, simbolizando así que lo hacía en nombre de las doce tribus que habían recibido la Palabra de Jehová y preparando sobre él, el holocausto. Y que una vez preparado y dispuesto, al clamar a Dios Elías, aconteció lo que también todos sabemos:
Entonces dijo Elías a todo el pueblo: Acercaos a mí. Y todo el pueblo se le acercó; y él arregló el altar de Jehová que estaba arruinado. Y tomando Elías doce piedras, conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob, al cual había sido dada palabra de Jehová diciendo, Israel será tu nombre, edificó con las piedras un altar en el nombre de Jehová; después hizo una zanja alrededor del altar, en que cupieran dos medidas de grano. Preparó luego la leña, y cortó el buey en pedazos, y lo puso sobre la leña. Y dijo: Llenad cuatro cántaros de agua, y derramadla sobre el holocausto y sobre la leña. Y dijo: Hacedlo otra vez; y otra vez lo hicieron. Dijo aún: Hacedlo la tercera vez; y lo hicieron la tercera vez, de manera que el agua corría alrededor del altar, y también se había llenado de agua la zanja. Cuando llegó la hora de ofrecerse el holocausto, se acercó el profeta Elías y dijo: Jehová Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo he hecho todas estas cosas. Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, oh Jehová, eres el Dios, y que tú vuelves a ti el corazón de ellos. Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja. Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron: ¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios! (1 Reyes, 8:30-39)
Eufóricos, asombrados y emocionados, los israelitas presentes, una vez que a viva voz, proclamaron que Jehová era Dios, colaboraron con Elías en la ejecución de los profetas de Baal. Y para darle más grandeza a lo acontecido, Elías, asegura al rey Acab, que una gran lluvia le iba a alcanzar antes de que llegase a la ciudad, porque la sequía había terminado, conforme a la palabra que había dado Jehová. (1 Reyes, 18:41-46)
Así que, leyendo y releyendo todas las porciones bíblicas que acabamos de mencionar, (1 Reyes, cap. 18 y 19) me ha parecido encontrar un paralelismo con la situación en que se encuentra, sino toda la iglesia, parte de ella, en nuestros días: Se está, (según mi opinión) sirviendo a dos señores, al no tener muy claro quién es el Señor de ella.
Porque al estar dando paso a pensamientos ajenos a la Palabra de Dios, porque la sociedad o la moda imperante, lo demanden, se está levantando altar a Baal en medio del pueblo de Dios. Altar donde se sacrifican conceptos, preceptos y mandamientos de Dios, para agradar no solo a los escépticos, ni a los profanos, sino a todos los amantes, incluso gobernantes, de lo políticamente correcto, para a atraerles a adorar y servir, no se sabe muy bien a quien. Dejando que el altar de Dios se vaya arruinando poco a poco, hasta quedar olvidado, si pudiera ser; pero que no será.
Y no será, porque nuestro Dios, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, tiene hombres y mujeres que al igual que Elías, están en su presencia (1 Reyes, 17:1) y además de levantar altar al Dios Eterno, les hacen frente a los actuales sacerdotes y profetas de Baal, sin temor a lo que digan y piensen de ellos. Y aunque no se sepa el número, tal vez siete mil, (como en tiempos de Elías) o tal vez más, están todos ellos orando, por la completa restauración del altar de Dios en medio de la Iglesia de Jesucristo, para que se deje de servir a dos señores a la vez, y se sirva solamente al Todopoderoso; al que es y que era y que ha de venir. (Apoc. 4:8-11)
Así que hagamos nuestras las palabras del Señor Jesucristo: “Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás”. (Mateo, 4:10)
Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.
Me gusta como esta explicado . Esta muy clara la conclusion .
Espero que muchos lo entiendan y se dediquen solo a Jehova