Una de las acciones más deficitarias de la Iglesia, probablemente sea, la de la intercesión. Y esto a pesar de que abundan eventos de todo tipo, sobre todo musicales, que parece ser, se organizan, para despertar espiritualmente a los asistentes y no como un entretenimiento pasajero, sino para motivar a los creyentes, a interceder y buscar a «los perdidos», debido a que todo despertar espiritual genuino, suele venir a través de la intercesión de los creyentes.
Así que, aunque todos lo sepamos, el diccionario en línea, define el interceder o intercesión, de la siguiente manera:
Interceder, del latín intercedére, es la acción de hablar a favor de alguien para librarlo de un problema o para procurarle un bien.
Labor, la de interceder, (hablar a favor de alguien) que han asumido para ser ejemplo, tanto el Espíritu Santo, como el Señor Jesucristo:
Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos. (Rom. 8:27)
¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. (Rom. 8:34)
Y debido a esto, deberíamos entender que el Señor está deseando que asumamos también nosotros, la labor, de hablar (interceder) delante de Él, a favor de alguien o de algo; al igual que a lo largo de la historia la asumieron incontables hombres y mujeres, comenzando por Abraham (Gén. 18:20-23) y terminando con aquellos que no conocemos, pero que el Señor conoce, utiliza y capacita, para esta acción en la actualidad.
La intercesión, en nuestros días es más que necesaria para evitar, lo que parece ser inevitable, como lo era en tiempos del profeta Ezequiel. De ahí que el Señor dejara escrito lo siguiente, hace cientos de años, aunque más bien parece una crónica actual:
Sus sacerdotes violaron mi ley, y contaminaron mis santuarios; entre lo santo y lo profano no hicieron diferencia, ni distinguieron entre inmundo y limpio; y de mis días de reposo apartaron sus ojos, y yo he sido profanado en medio de ellos. Sus príncipes en medio de ella son como lobos que arrebatan presa, derramando sangre, para destruir las almas, para obtener ganancias injustas. Y sus profetas recubrían con lodo suelto, profetizándoles vanidad y adivinándoles mentira, diciendo: Así ha dicho Jehová el Señor; y Jehová no había hablado.
El pueblo de la tierra usaba de opresión y cometía robo, al afligido y menesteroso hacía violencia, y al extranjero oprimía sin derecho. Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé. (Ezequiel, 22:26-30)
Así que, tal vez, sería bueno pensar en ello.