Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. [versi]59 5:15[/versi]
Tengo un amigo, evangelista él, que hace más de 25 años, cuando pastoreaba una iglesia de éxito, le pidió al Señor que le diera una congregación de mil miembros; a lo que el Señor le contestó diciéndole(según me dijo) que le iba a dar una más grande, que le iba a dar el mundo como iglesia. Que iba hacer de él, una vez que cumpliera 40 años, un evangelista de masas.
Y así como lo recibió del Señor, así me lo contó; estando totalmente convencido de que así iba a suceder, aunque no pude evitar mientras me lo contaba, que de mis labios brotara una leve sonrisa de tolerante incredulidad.
Sonrisa que se fue borrando de mis labios, al transcurrir los años y ver cumplirse todo lo que le dijo el Señor a mi amigo y que él creyó a pié juntillas, atreviéndose a cruzar todas las puertas que se le abrieron, por muy difíciles que fueran para predicar el evangelio y testificar del poder de Dios, respaldándole el Señor con señales y maravillas, de las que he sido testigo en varias ocasiones.
Por lo que puedo decir alto y claro, que mi amigo es un hombre de fe. Porque al creer a Dios, lleva a cabo todo lo que (entiende) el Señor le dice.
Pues bien, una de las cosas de las que solemos hablar cuando nuestro tiempo nos lo permite, es de la fe para ser sanados. Porque aún no tenemos muy claro (al menos yo) quién es el que debe tener la fe, si el que ora por los enfermos para que sanen, el enfermo para recibir sanidad, o ambos a la vez. Porque en la Biblia tanto en un caso, como en los otros las sanidades son patentes.
Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración.
Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo.
Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna. Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. [versi]44 3:1-8[/versi]
Y cierto hombre de Listra estaba sentado, imposibilitado de los pies, cojo de nacimiento, que jamás había andado. Este oyó hablar a Pablo, el cual, fijando en él sus ojos, y viendo que tenía fe para ser sanado, dijo a gran voz: Levántate derecho sobre tus pies. Y él saltó, y anduvo. [versi]44 14:8-10[/versi]
Y los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres;
tanto que sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos.
Y aun de las ciudades vecinas muchos venían a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de espíritus inmundos; y todos eran sanados. [versi]44 5:14-16[/versi]
Así que volviendo a la epístola universal de Santiago y en concreto al verso 14 del capítulo 5, se nos dice que en caso de que alguien esté enfermo, llame a los ancianos de la iglesia para que oren por él y que le unjan con aceite en el nombre del Señor, siendo el resultado de la oración y de la unción, la sanidad del enfermo, dejando muy claro además, que es el Señor quien levanta al enfermo y quien le perdona los pecados, en caso de haberlos cometido.
Aunque en este caso, (y en otros) la oración de fe, parece ser el ingrediente necesario para que el resultado sea el deseado: Que el Señor sane al enfermo.
Porque si la fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve. [versi]58 11:1[/versi] Y la oración es el medio para dirigirnos a Dios con todo tipo peticiones, ruegos o acciones de gracias, [versi]54 2:1[/versi] una oración de fe, podríamos afirmar que es la que al dirigirnos a Dios para que resuelva un hecho luctuoso, como puede ser una enfermedad o cualquier otra eventualidad, se está totalmente convencido y seguro, que el Señor obrará en consecuencia, concediéndonos la petición hecha.
Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá. [versi]41 11:22-24[/versi]
Y que por lo que acabamos de leer, al no ser la oración de fe, una retahíla de palabras aprendidas o memorizadas, sino la convicción y no la sugestión de que todo lo que le pidamos al Padre, (como está escrito) lo recibiremos, la oración de fe, parece ser, debería comenzar lejos de miradas indiscretas y cerca del Trono de Gracia.
Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. [versi]40 6:6-7[/versi]
Porque parecer ser, que los ancianos a los que se refiere Santiago en su epístola, son los hombres que, puestos por el Señor, predican, enseñan, pastorean y administran en las iglesias de Jesucristo, para que el orden de Dios se mantenga y afirme en cada una de las congregaciones establecidas. Y que por lo tanto, deberían o deben ser hombres que mantengan con la ayuda del Espíritu Santo, el estandarte de Dios muy alto a través de la oración y el testimonio.
Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé; el que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía.
Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo, retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen. [versi]56 1:5-9[/versi]
Y como los ojos del Señor están sobre los justos, para oír sus oraciones, [versi]19 34:15[/versi] y al haber sido justificados en Jesucristo ante el Padre,[versi]45 5:1[/versi] seamos o no ancianos, toda oración debe estar asentada sobre la fe en Dios, [versi]58 11:6[/versi] que es quien concede las peticiones. Porque la oración de fe, en pocas palabras, es confianza plena (fe) en el Señor y en sus palabras. [versi]43 15:7[/versi]
Y aunque a veces nos embargue la duda de cuál pueda ser la voluntad del Señor, (para llevarla a cabo) no debemos olvidar (para disipar dudas) lo que el Señor Jesús hacía:
Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. ([versi]40 9:35[/versi]
Y lo que les dijo a sus discípulos que debían hacer:
… De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho. Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.[versi]40 21:21-22[/versi]
Para que tuvieran la seguridad de que al decir lo que Él dijo, hacer lo que Él hizo y vivir como Él vivió, no tendrían duda alguna, de estar haciendo su voluntad. Y esto no ha cambiado. Aún sigue siendo válido para nosotros.
Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho. [versi]62 5:14-15[/versi]
Así que a orar con fe.
Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.
Muchas gracias Pastor!! alabado sea nuestro Señor y sus enseñanzas