Todo para lo Gloria de Dios.

 

 

San Pablo, apóstol de los gentiles dirigido por el Espíritu Santo, nos dejó la siguiente recomendación esperando que no la olvidásemos:

Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.  (1ª Cort. 10:31)

Y nos dejó la citada recomendación, debido a que la vida de los creyentes no transcurre en el edificio al que solemos llamar “iglesia”. Este lugar sólo lo ocupamos unas pocas horas a la semana, el resto del tiempo lo pasamos fuera de él. Y como transcurre fuera de él, y tal vez, con personas ajenas también a él, de ahí viene la puntualización de san Pablo.

Porque donde verdaderamente deben verse o darse a conocer los hijos de Dios, es en sus quehaceres diarios, en su buen hacer diario, para no dejar en entredicho el nombre de Dios. Porque lo importante es que todo lo que hagamos, ya sea en el ámbito familiar o laboral, privado o público, se haga como para el Señor. (Efesios, 6:5-7)

Por lo tanto, el “hacerlo todo para la gloria de Dios” significa buscar la perfección en nuestro trabajo, el respeto hacia nuestros semejantes, la moderación en nuestro lenguaje y la ética en nuestra conducta; actitudes estas que llegan con la ayuda del Espíritu Santo, a través el nuevo nacimiento y la obediencia a La Palabra de Dios. (2ª Cort. 5:17)

Y esto es así, porque, el buscar la propia gloria, no es gloria.  (Prov. 25:27)

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

 

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