Somos lo que comemos

 

Cuidareis de poner por obra todo mandamiento que yo os ordeno hoy, para que viváis, y seáis multiplicados, y entréis y poseáis la tierra que Jehová prometió con juramento a vuestros padres. Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos.  Y t e afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no solo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre. (Deut.  8:1-3) 

Un doctor español, autor de varios libros sobre la alimentación sana y equilibrada, en una conferencia que impartió, dejó dicho lo siguiente: SOMOS LO QUE COMEMOS.

La verdad es que según sea nuestra alimentación, depende de que podamos estar sanos o enfermar.

Espiritualmente, las cosas no son tan distintas; según de que o como nos alimentemos así seremos.

El Señor recomienda que nos alimentemos de su Palabra, ya que ella sacia, salva y da vida.

Cuando no conocíamos al Señor, todo nuestro afán era complacer nuestros apetitos, fueran los que fueran, pero sorprendentemente nunca eran saciados, continuábamos hambrientos.

Los buenos manjares, no dan la paz; ni una mesa abundante salva; ni ninguna fruta jugosa da la vida.

Sin embargo, cuando conocimos al Señor; cuando comenzamos a oír la voz de Dios, nos inundó poco a poco, un sentimiento de saciedad, de llenura, de nutrición, como nunca antes habíamos experimentado; comenzaba en nosotros una nueva vida, con unos valores distintos, y ya no quisimos vivir solo de pan, porque conduce a la muerte, sino de todo lo que sale de la boca de Jehová, que nos lleva a la vida.

Porque de la boca del Señor, sale el perdón, la justificación y la salvación.

Transformándonos el Señor, en nuevas criaturas, cambiando todos nuestros hábitos, dándonos una nueva mente y un nuevo corazón.

Haciendo de nosotros, hijos de Dios. (Juan, 6:25-35)

 

¿Puedes pensar en ello?

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.