¿Qué haré, Señor?

 

 

La Palabra de Dios, como todos sabemos, en si misma tiene poder para redargüir y convencer a los que la oyen, de que hay algo en sus vidas que no anda bien. Que no andan conforme a la voluntad de Dios. Entonces es cuando “tocados” por ella, nos hacemos la misma pregunta que le hicieron a Juan el Bautista las gentes que le oyeron predicar:

Y la gente le preguntaba, diciendo: Entonces ¿qué haremos? Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, de al que no tiene; y el que tiene que comer, haga lo mismo.
Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro ¿qué haremos? Él les dijo: no exijáis mas de lo que está ordenado.
También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario.
(Lucas, 3:10-14)

Porque, todos nosotros en alguna ocasión nos hemos sentido “señalados” por La Palabra de Dios; ya fuera a través de su lectura o de una predicación, debido a que sin esperarlo, el Señor había puesto su dedo en la llaga; recordándonos precisamente todo aquello, que nos impedía caminar con la debida ligereza el camino trazado por nuestro Señor Jesucristo.

Y que al igual que las gentes que se acercaron al Bautista, cada uno de nosotros al ser “señalados” por La Palabra, deberíamos preguntarnos y a la vez, preguntarle al Señor: Y yo, ¿Qué haré?

Porque, (a pesar de ser creyentes) muchos de nosotros tenemos mas de lo que necesitamos, y no nos fijamos en quien nada tiene. Otros, aprovechándose de una situación privilegiada, exigen lo que no deberían exigir a los demás. Y otros, no contentándose con lo que tienen, hacen lo imposible para conseguir lo que desean, incluso a costa también de los demás.

Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos,…..           (Hechos, 2:37-38)

 

¿Podrías pensar en ello? 

 

 

Un comentario sobre “¿Qué haré, Señor?

  1. Juan el Bautista, comanzó su ministerio, diciendo: ¡¡Arrenpentios!! Jesús, también, Pero muchos nos acercamos a Cristo sin arrepentirnos de nada y así nos vá. Se conoce a los que no se han arrepentido, porque siempre se están quejando y culpando a los demás de sus males.

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