El que aparta su oído para no oír la ley,
Su oración también es abominable. (Proverbios, 28:9)
Se oye a menudo decir, que el Señor no escucha.
Pero lo que no se suele oír, es que se desee escuchar a Dios. A pesar de que el Señor tiene mucho que decir.
Una gran mayoría, solo está interesada en que el Señor les escuche, cada vez que tengan una necesidad, o estén en un apuro. Simplemente, cuando ellos quieran.
Pero lo que nos dice el verso que da lugar a esta reflexión, es que primero, para ser escuchado por el Señor, se debe oír (atender) la ley de Dios; todos y cada uno de los preceptos de Dios tal y como Él los ha expuesto en su Palabra. Y no rechazarlos como si fueran una cosa mala.
Ya que, si no queremos oír lo que Dios tiene que decir, ¿cómo vamos a pretender que Él nos oiga?
Porque lo que desea el Señor, es que nos agrade hacer su voluntad, y que su ley, sea nuestra guía, (Salmos, 40:8) para poder escuchar y responder a nuestro clamor.
Así que, una vez hecho esto, podremos proclamar totalmente convencidos:
Y esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, Él nos oye.
Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho. (1ª Juan. 5:14-15)
¿Podrías pensar en ello?
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Es cierto lo que expones. Y también no es menos cierto que en el aspecto meramente humano estamos acostumbrados a dar porque esperamos recibir a cambio. En derecho utilizan una expresión: «Do ut des» (doy para que des) y eso nos parece tan normal y tan justo; pero cuando hablamos de Dios, solo esperamos que Él nos escuche: para enojarnos cuando nuestros deseos no son satisfechos. No somos justos ni siquiera cuando analizamos el tema desde el punto de vista humano. ¡No digamos pues desde el espiritual!.
Gracias por recordarnos un tema de tanta importancia.
Bendiciones.