La Duda.

 

 

Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.
Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.
No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.
El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos
.
(Santiago, 1:6-8) 

Después de leer un par de veces, estos versos que el Espíritu Santo inspiró a Santiago el Justo, hermano del Señor, según se cree, podemos llegar a la conclusión sin temor a equivocarnos que la duda es la antítesis de la fe.

Porque, si la fe es seguridad en lo que se espera, la duda es vacilación ante un hecho o una decisión.

Puntualizando Santiago, que los que dudan, como las olas del mar, son arrastrados de una parte a otra según sople el viento, es decir, que al no tener firmeza en sí mismos o en lo que creen, que es ni más ni menos que falta de fe, al vacilar, se dejan llevar, por opiniones de otros o por sus propios miedos. Perdiendo, al tener el alma dividida, bendiciones y dones guardados para ellos por el Señor.

Y como en la Biblia encontramos respuesta a cada cuestión que se nos plantea, vamos a quedarnos con lo que Jesús les dijo a sus primeros discípulos, sobre la duda:

Entonces Pedro, acordándose, le dijo: Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.
Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios.
Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.  
(Marcos,  11:21-24)

Así que, me uno a aquellos que creen que toda la Escritura es inspirada por Dios; y que por lo tanto, todo su contenido, «fuera de toda duda» además de ser real, es actual, porque Jesucristo es el mismo, hoy, ayer y por los siglos. Así que, de lo que se trata, es convencer a los que duden, para que crean a Dios y dejen de lado toda inseguridad, inconstancia y vacilación. (Judas, 1:22)  

Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban.
Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.
Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
(Judas, 1:22)     

 

¿Puedes pensar en ello?

 

 

 

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