Desde el principio, los hombres han juzgado a sus semejantes.
El varón juzga a la mujer, la mujer al varón. El pobre al rico, el rico al pobre. El empleado a su patrón, el patrón a su empleado. Y no seguimos porque la lista se nos va hacer interminable.
Incluso un hermano juzga a otro hermano
Ha llegado a ser tan normal la crítica, que hasta hay personas que han hecho de la crítica y el juicio, su medio de vida.
La verdad es que, juzgamos y criticamos todo lo que es diferente o desconocido para nosotros.
La crítica y el juicio, tal vez sea normales (aunque no lo son) para todos aquellos que están alejados de Dios. Pero para los que son de Dios, esta actitud debería haber dejado de existir, en el mismo momento, en que fuimos conscientes de cual era la voluntad de Dios. (1 Pedro, 3:10-11)
Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tu que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tu que juzgas haces lo mismo. (Romanos, 2:1)
¿Podrías pensar en ello?