Y les decía en su doctrina: Guardaos de los escribas, que gustan de andar con largas ropas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas; que devoran las casa de la viudas y por pretexto hacen largas oraciones. Estos recibirán mayor condenación. (Marcos, 12: 38-40)
Tuve la oportunidad, no hace mucho tiempo, de oír a un maestro (de escuela) contar algunas de sus gratas y no tan gratas experiencias durante su tiempo de docencia. Entre otras cosas, puntualizó dicho maestro, que “la docencia no solo consiste en la transmisión de conocimientos a los más jóvenes, sino que conlleva la responsabilidad y satisfacción de tocar vidas”.
Ha menudo las largas oraciones que se hacen, son un pretexto para disimular u ocultar el incumplimiento de la Palabra de Dios, a pesar de conocerla a la perfección
¿De que sirve una larga oración en boca de alguien que tiene un duro corazón?
Toda oración debe ser el reflejo de una vida cambiada por el Señor, sin importar la extensión de la misma. Vale mas una breve e intensa oración de un hijo de Dios, que una larga y aburrida verborrea religiosa de alguien que dice conocer al Señor, pero que con sus hechos lo niega.
Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. (Mateo, 6:7)
¡¡ PIÉNSALO !!