Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.
También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor. (Juan, 10:14-16)
Pocos son los que desconozcan estos versos del evangelio de san Juan; y me refiero a los que trabajamos “para” el Señor. Entendiendo que la preposición “para” significa la finalidad de una acción. Es este caso, expresa estar al servicio del Señor, para hacer su voluntad.
Porque en ocasiones, a pesar de proclamar a “viva voz” que trabajamos para el Señor, da la impresión, que lo hacemos por cuenta propia. En pocas palabra, para nuestro propio interés. Y esto viene de lejos, de mucho tiempo atrás, porque ya san Pablo tuvo que corregir a algunos que habían tomado caminos equivocados.
Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer. Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas.
Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo. ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? (1 Cort. 1:10-13)
Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales? ¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. (1 Cort. 3:4-7)
Y esto se debe (el decir que somos de tal o de cual) porque mayormente nos fijamos en la rolliza oveja que en el rebaño, va por delante de nosotros; y que nos impide ver, al Pastor de las ovejas.
Todo lo contrario a lo acontecido a Juan el Bautista con dos de sus discípulos, que al hablarles este de Jesús, siguieron a Jesús y él no lo impidió:
El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios.
Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús. (Juan, 1:35-37)
El Bautista, tenía muy claro cuál era el llamado de Dios para con él. Llamado que con mucho rigor, dedicación y eficacia desempeñó. (Juan, 1:6-8)
No, no era él la Luz, pero como antorcha, alumbraba lo suficiente, para que muchos encontraran en Cristo, la tan anhelada Luz. (Juan, 5:35)
No sé, si llegados a este punto, (al testimonio del Bautista) deberíamos considerar si nos encontramos en la misma posición que el mencionado Juan, alumbrando (como antorchas) el camino que conduce a Jesucristo o más bien, intentando ser nosotros la luz, cosa que no nos corresponde.
Sé que el Señor les dijo a sus discípulos que ellos eran la luz del mundo, pero lo dijo en sentido ejemplarizante; para que se viera lo que podía producir en ellos, (en nosotros también) el conocer y creer en el Hijo de Dios.
Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.
Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.
Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.(Mateo, 5:14-16)
Porque de lo que se trata, es que al igual que Juan el Bautista, al discipular a los que han creído en Jesucristo, dejar que le sigan a Él, y no que nos enseñoreemos (en el buen sentido) de ellos, con nuestro carisma y bien hacer. Moldeándolos además, con algunos toques denominacionales y puntos de vista doctrinales; dogmas que en vez unir separan, a los que son (somos) luz del mundo.
Así que, tal vez, sería bueno, haciendo nuestras las palabras de Juan el Bautista, y dejando de lado todo tipo de protagonismo, darle paso al único protagonista de la salvación. A Jesús de Nazaret, diciendo:
Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.(Juan, 3:30)
Porque es bueno, justo y necesario, para que el mundo nos crea.
Muy bueno, nunca se debe pasar por alto que el grande es Jesús, que el que hace todas las cosa es él y que nosotros solamente somos los siervos del gran pastor.
Muchas gracias Pastor. Siga siendo, siempre, antorcha que nos muestre el camino, no siempre fácil ni ancho, al Señor. Bendiciones.
Gracias Antonio!!! muy bueno y edificante!!! bendiciones!!!