Encontramos en la Biblia algunos mandamientos del Señor Jesucristo, que, aunque nos son muy conocidos, solemos pasarlos por alto, como, por ejemplo:
Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿Qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? (Mateo, 5:43-46)
La verdad es que nos cuesta mucho olvidar el daño que nos han hecho. No podemos, así sin más, amar, bendecir, hacer bien y orar por los que nos han dañado. Lo máximo que solemos hacer es alejarnos de ellos e ignorarlos. Con esto nos sentimos satisfechos.
Pero Jesús, como Salvador y Señor, exige más, nos demanda amor gratuito: Porque el adjetivo gratuito, se aplica a todo lo que se hace, se da o se recibe, sin coste alguno y sin recibir nada a cambio, y que, como hijos de Dios, al haber recibido de Él amor gratuito, debemos, sin esperar nada a cambio, ofrecerlo, marcando así la diferencia.
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. (1 Juan, 3:1)
Es de las cosas más difíciles que el evangelio nos pide.
Pero al mismo tiempo es asombroso y maravilloso porque, como dices, nos habla poderosamente de cómo es el amor de nuestro Padre celestial. Nadie podría haber inventado algo tan contrario a nuestra naturaleza. Dios es Asombroso.
Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.
Un fuerte abrazo, Canín.