En la epístola universal de Santiago, se encuentra un versículo, que, durante algún tiempo me intrigó: Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. (Santiago, 4:3)
Todo lo contrario, a lo dicho por el Señor Jesús a sus discípulos: … Pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido. (Juan, 16:24)
Y aunque parezca una incongruencia, porque por una parte se insta a “pedir, para recibir” y por otra, en un regaño, “pedís, y no recibís” creo, que, las palabras que el Señor Jesús dirigió a sus discípulos, antes de ser entregado, pueden ayudarnos en este, (podríamos decir) dilema.
Veamos, pues:
Una vez terminada la cena (la última) que compartió con sus discípulos, les habló largo y tendido sobre la relación que les debía unir, utilizando como símil, la vid: Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. (Juan 15:4-5)
Dependencia (vosotros en mí y yo en vosotros) que deberían tener los discípulos del Señor Jesucristo, para que todo lo que pidieran al Padre en su nombre, les fuera dado: Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. (Juan, 15:7)
No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. (Juan, 15:16)
Se podría deducir, que la amonestación o llamada de atención de Santiago, en su carta universal a los creyentes, se debe a que, al tener más amistad con el mundo, (Sant. 4:4) que, con Dios, no recibimos lo que pedimos. Porque pedimos para “gastar” (lo que es de Dios) en nuestros deleites y no en hacer su voluntad. Sin tener en cuenta, que, el buscar primeramente el reino de Dios y su justicia, es lo que el Señor Jesús requiere, para recibir todo aquello que, en su nombre, se pide. (Mateo, 6:33)
Y para no alargarnos más, concluimos este asunto, convencidos, de que no recibimos lo que pedimos, porque “no estamos en los negocios de nuestro Padre” en los cuales deberíamos estar, así de simple.
Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará. (Salmos, 37:4-5)
Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.