Al leer de nuevo en el libro de Esdras, el regreso a Israel de los deportados por el rey Nabucodonosor a Babilonia, setenta años antes, (Jeremías, 29:10) reparé, (captó mi atención) que, una vez establecidos en las diferentes ciudades los israelitas que regresaron a su tierra, (no todos los cautivos regresaron) antes de comenzar a reconstruir el templo, temerosos de que los pueblos vecinos (todos ellos paganos) les impidieran llevar a cabo lo que el Señor había puesto en sus corazones, levantaron y asentaron el altar de Dios sobre su base, para ofrecer diariamente sacrificios sobre él:
Cuando llegó el mes séptimo, y estando los hijos de Israel ya establecidos en las ciudades, se juntó el pueblo como un solo hombre en Jerusalén. Entonces se levantaron Jesúa hijo de Josadac y sus hermanos los sacerdotes, y Zorobabel hijo de Salatiel y sus hermanos, y edificaron el altar del Dios de Israel, para ofrecer sobre él holocaustos, como está escrito en la ley de Moisés varón de Dios. Y colocaron el altar sobre su base, porque tenían miedo de los pueblos de las tierras, y ofrecieron sobre él holocaustos a Jehová, holocaustos por la mañana y por la tarde. Celebraron asimismo la fiesta solemne de los tabernáculos, como está escrito, y holocaustos cada día por orden conforme al rito, cada cosa en su día; además de esto, el holocausto continuo, las nuevas lunas, y todas las fiestas solemnes de Jehová, y todo sacrificio espontáneo, toda ofrenda voluntaria a Jehová. Desde el primer día del mes séptimo comenzaron a ofrecer holocaustos a Jehová; pero los cimientos del templo de Jehová no se habían echado todavía. (Esdras, 3:1-6)
Así que, el leer la porción bíblica transcrita, me llevó desde Génesis a Apocalipsis, a buscar altares levantados al Dios verdadero, aunque también encontré altares levantados a falsos dioses, por hombres que supuestamente conocían al verdadero Dios. (2 Crón. 33:1-5)
Comprobé que la mayoría de las veces, eran los hombres los que, de forma espontánea, levantaban altar a Dios; generalmente como acción de gracias o como reconocimiento de su poder y majestad. Y al no poder enumerar (por ser muchos) a todos los santos varones que levantaron altar al Dios de Israel, con la acción del padre Abraham, creo que es suficiente:
Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Y edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido. Luego se pasó de allí a un monte al oriente de Bet-el, y plantó su tienda, teniendo a Bet-el al occidente y Hai al oriente; y edificó allí altar a Jehová, e invocó el nombre de Jehová. (Gén. 12:7-8)
Otras veces era el Señor el que pedía que le levantaran altar como confirmación o respuesta a alguna petición o promesa:
Dijo Dios a Jacob: Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías de tu hermano Esaú. Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos. Y levantémonos, y subamos a Bet-el; y haré allí altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo en el camino que he andado. (Gén. 35:1-3)
Porque, un altar, es el lugar elevado donde el hombre se encuentra con Dios, y no solo, para abrirle su corazón y presentarle todo tipo de peticiones, ruegos o súplicas, con la certeza de ser atendido; si no para honrarle y darle gracias, por su amor, misericordia y favores recibidos. (1 Juan, 4:16)
Cuestión esta, que me llevó una vez más, al meditar en La Palabra de Dios, a encontrarme de nuevo con el Señor Jesucristo, (lo encuentro en toda la Biblia) verdadero altar de Dios, que, a través de la cruz, al hacernos nuevas criaturas, (si es que estamos en él) nos reconcilió con el eterno Dios. (Rom. 5:10)
Y no solo con Dios, también con los hombres. Porque la reconciliación, es la condición “sine qua non”, para ser “atendidos” por el Señor:
Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. (Mateo, 5:23-24)
Así que, como tenemos un altar (Jesucristo) donde presentar todas y cada una de nuestras peticiones al Padre Eterno, no deberíamos desaprovechar ninguna ocasión para que, a través de Él, lleguen al Trono de Gracia, con la seguridad, (según el Señor Jesús) de ser atendidas:
De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré. (Juan, 14:12-14)
Además, al ser el altar el lugar donde en la antigüedad se ofrecían todo tipo de sacrificios cruentos, en Jesucristo, (Hebreos, 9:13-14) al no ser necesarios, la santidad, (Rom. 12:1-2) la alabanza (labios que le confiesan) y hacer el bien, son los sacrificios que agradan a Dios. (Hebreos, 13:15-16)
Por lo tanto, sería bueno levantar un altar a Dios, (si no lo hemos hecho) y tener en cuenta lo dicho por el rey David, en uno de sus salmos: Lavaré en inocencia mis manos, y así andaré alrededor de tu altar, oh Jehová, para exclamar con voz de acción de gracias, y para contar todas tus maravillas. (Salmos, 26: 6-7)