Y el Espíritu de Dios, aleteaba…

 

 

Debido a mi interés y anhelo por conocer más del Espíritu Santo, llegué sin proponérmelo,  al pastorado. Pero lo que no sabía es que antes de que eso ocurriera, ese Espíritu Santo que me fascinaba, debía poner en orden mi vida, si es que se lo permitía.

¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?  Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. (1 Cort. 6:19-20)

Al paso del tiempo,  me di cuenta que ser lleno del Espíritu Santo,  no sólo se trataba de recibir poder (Hechos, 1:8) sino  de  una evidente transformación personal: Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.   (2 Cort. 3:18)

Entendiendo además, que el Espíritu de Dios, que en el caos del principio, se movía o aleteaba sobre la superficie de las aguas,  (Gén. 1:1-2) era, o más bien  es,  mucho más  que la deseada autoridad, el poder y los tan anhelados dones espirituales. Ya que  al consolarnos, alentarnos, enseñarnos e interceder por nosotros se convierte en el imprescindible sostén para todos aquellos que han “conocido a Dios”.

Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos. (Romanos. 8:26-27)

Aunque lo que más me llamó la atención en cuanto al Espíritu Santo, fue su capacidad para llenar o inspirar a los que Dios escoge,  para que, dado el caso,  puedan llevar a cabo primorosas labores e innovadores y selectos diseños, que exaltan   la gloria de Dios:

Habló Jehová a Moisés, diciendo:  Mira, yo he llamado por nombre a Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá;  y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte,  para inventar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce,  y en artificio de piedras para engastarlas, y en artificio de madera; para trabajar en toda clase de labor. (Éxodo, 31:1-5)

Y dijo Moisés a los hijos de Israel: Mirad, Jehová ha nombrado a Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá; y lo ha llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría, en inteligencia, en ciencia y en todo arte,  para proyectar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce,  y en la talla de piedras de engaste, y en obra de madera, para trabajar en toda labor ingeniosa.  Y ha puesto en su corazón el que pueda enseñar, así él como Aholiab hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan;  y los ha llenado de sabiduría de corazón, para que hagan toda obra de arte y de invención, y de bordado en azul, en púrpura, en carmesí, en lino fino y en telar, para que hagan toda labor, e inventen todo diseño. (Éxodo, 35:30-35)

Llenó el Espíritu Santo a estos hombres en sabiduría, inteligencia, ciencia y todo arte, para diseñar y trabajar todo tipo de materiales,  para que lo mostrado a Moisés por el Eterno (Éxodo, 25: 8-9)  fuera llevado a cabo con la perfección y maestría que sólo el Espíritu de Santo puede realizar; mostrándose aquí como creador,  al igual que lo hizo en el principio, cuando se movía sobre la faz de las aguas, diseñando la  perfecta y bella creación de Dios.  (Salmos, 104)

Y no sólo eso, sino que además les dio la capacidad de enseñar a otros,  para que les ayudaran en su labor; porque otra faceta del Espíritu Santo de Dios es la de maestro. Con la peculiaridad que a la vez que enseña, abre las mentes de los que se dejen enseñar por él: Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. (Juan, 14:26)

Debido a esto,  el Señor Jesús antes de ascender (al cielo) sopló sobre sus atemorizados  discípulos; acción que  abría el paso y les preparaba para que una vez ascendido a los cielos,  el Espíritu Santo al llenarles, (como ocurrió)  les utilizara para dar a conocer el evangelio de salvación. Labor para la que habían sido llamados.   (Juan, 20:21-22) 

Ya que, la “llenura espiritual” es la condición necesaria para poder llevar a cabo con éxito,  todo aquello que el Señor (en su divina sabiduría)  ha dispuesto.  Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. (Rom. 8:14)

Así que, como no se trata solo de poder y autoridad, sino  también de sabiduría, de creatividad,   de capacidad para enseñar y  de exponer con firmeza  la Palabra de Dios,  con la sazón del imprescindible fruto del Espíritu, (Gál. 5:22-23) permitamos  que el  Espíritu Santo aletee (incube)   sobre nuestras vidas, hasta conseguir diseñar en nosotros, la imagen de  Jesucristo el Señor, porque:  El mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. (1 Juan, 2:17)

……Y el Espíritu es el que da el testimonio; porque el Espíritu es la verdad. (1 Juan, 5:6) 

 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

3 comentarios sobre “Y el Espíritu de Dios, aleteaba…

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