En la segunda de las cartas que el apóstol Pablo le dirige a su discípulo Timoteo, entre otras muchas recomendaciones, le advierte del carácter y comportamiento de los hombres en los últimos tiempos:
También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita. (2 Tim. 3:1-5)
Destacando al final de este listado, para que los evite, a los que tengan apariencia de piedad. Porque muy bien se puede aparentar lo que no se tiene o lo que no se es.
Porque la apariencia, según la RAE (Real academia de la lengua española) es la característica o conjunto de características, que parece poseer una persona que en realidad no tiene. Y al referirse esta “apariencia” a la piedad, que al ser (según la RAE) virtud que inspira por el amor a Dios, devoción hacia su Palabra y Doctrina como cosas santas y por amor al prójimo, actos de amor y compasión, hace que los que aparentan la piedad que no tienen, arrastren tras ellos a confiados incautos que no conocen la verdad de Jesucristo y que difícilmente la conocerán si se dejan engañar por esa “aparente piedad” de algunos. De ahí, que el mismo apóstol clamara a Dios para que diera a los que habían depositado su fe en Jesús, espíritu de sabiduría y revelación (Efes. 1:15-17) para que llenos de conocimiento del Eterno, pudieran descubrir a los que así actúan y, alejándose de ellos, evitarles.
Pudiendo considerar que la verdadera piedad, para poder envolverse en ella, se encuentra en la respuesta que le dio el Señor Jesús a un intérprete de la ley al hacerle una pregunta tendenciosa:
Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. (Mateo, 22:36-40)
Esta es la verdadera piedad y la fe no fingida.
¿Podrías pensar en ello?