El que cree en mi, como dice la escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. (San Juan, 7:38)
Solemos mi esposa y yo, cada tarde que podemos, dar largos paseos por el campo. En uno de ellos, nos encontramos, a la salida de la ciudad donde vivimos, con un pastor amigo que me recordó que debía una visita a la congregación que dirige, instándome a que le diera fecha para esa visita.
Debido a su insistencia y sin pensarlo dos veces, le dije, “mañana mismo estaré con vosotros” y continuamos nuestro paseo.
Al momento, me quedé dudando y pensando que había hecho mal en comprometerme, ya que no tenía “nada preparado” ni tiempo prácticamente para preparar ninguna predicación; entonces me vino a la mente el verso que encabeza este artículo.
No le di mayor importancia, pero al regresar a casa, me puse a pensar en las palabras de Jesús… el que cree en mí, como dice la escritura, de su interior correrán ríos de agua viva…., preguntándome ¿de que forma hay que creer en Jesús, para que ocurra lo que asegura que le ocurrirá, a todos los crean en él?
Abrí mi Biblia y leí y releí, todo lo que pude encontrar sobre cómo se debe creer en Jesús, pero nada de lo que leía, me convencía; tenía la sensación que estaba buscando lo que no debía.
Así que dejé las notas y los apuntes que había tomado, y me fui a la cama.
Al día siguiente, después de haber terminado mi jornada laboral, me senté de nuevo ante mis notas y mi Biblia; faltaban unas cuatro horas para el inicio de la reunión a la que me había comprometido asistir, y de momento, entendí que no se trataba de cómo se debía creer en Jesús, sino que, lo quería el Señor que compartiera esa tarde, se trataba del cambio que se debe producir en nosotros al haber aceptado (creído) en Jesús como nuestro Salvador y Señor.
Asegura el Señor, que del interior de todo aquel que en Él cree, una vez que haya recibido el Espíritu Santo, correrán ríos de agua viva. En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado. (San Juan, 7:37-39)
Y según declara la Palabra de Dios, del único lugar del que debía salir un río de agua viva es del futuro Templo de Jerusalén. (Ezequiel, 47:1; Zacarías, 14:8; Apoc. 22:1-2)
Pero resulta que, (según la Palabra de Dios) una vez que el Espíritu Santo viene a morar en nosotros, llegamos a ser, Templo de Dios.
¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es. Nadie se engañe a sí mismo; si alguno entre vosotros se cree sabio en este siglo, hágase ignorante, para que llegue a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios; pues escrito está: El prende a los sabios en la astucia de ellos. (1ª Cor. 3:16; 6:19)
Y que para que corran de nuestro interior esos ríos de agua viva, de los que hablaba el Señor Jesucristo, tenemos que ser semejantes en todo, al “Templo de Jerusalén” según nos da a conocer todo lo relacionado con él, la Palabra de Dios, a saber: la santidad, la alabanza, la adoración, la bendición, la dedicación, la justicia, el servicio, etc., era lo habitual; estando ocupados y dedicados a ello, todos los sacerdotes y levitas, las 24 horas de cada día, para exaltar y glorificar el nombre de Dios.
Así que llegué a entender, que no se trata de cómo creer en Jesús, para que de nuestro interior corran ríos de agua viva, sino que, (como ya sabemos) al creer en el Señor Jesucristo se recibe el Espíritu Santo, y este, nos transforma en Templo de Dios, tal como dice la escritura, y al ser Templo de Dios, toda la actividad anteriormente mencionada, que se realizaba diariamente en el Templo de Jerusalén, debe estar presente en nuestras vidas; para que sin ningún tipo de esfuerzo por nuestra parte, y de manera natural, broten de nuestro interior ríos de agua viva que corran libremente.
Agua viva que será de bendición, para pueblos, ciudades y naciones de toda la Tierra.
Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar. ( Habacuc. 2:14)
Otro pasaje relacionado es el de la Mujer Samaritana.
Gracias les doy al señor por todo; estoy pasando por un desierto que no se imaginan pastores., Soy de Panama les envío saludos desde mi hermosa nación a usted y su esposa. Me gustaria que me enviara algo poderoso para poder levantar ese animo. No es facil pastor que aún los que creemos que nos pastorean lo hacen con amor y nos equivocamos, pero eso no me alejará del señor. Estoy por cambiarme de congregación. le pedí confirmación al Señor y me la dio, ahora tengo que salir de donde estoy. Me gustaria hablar con usted o su esposa por correo electrónico enviéme su señal por medio de una respuesta. Que el señor les bendiga y les amo con todo el corazón, chao pastor.
Mientras viajaba hacia Atocha, donde se ubica la sede del Centro de Ayuda en Madrid, Mariló no se imaginaba que iba de camino a aquello que había buscado desde niña. Sus expectativas sobre su futuro cambiaron considerablemente después de asistir por primera vez. “Lo primero que experimenté fue un poco de paz. Una paz que nunca había experimentado en mi vida, ni siquiera cuando era niña. Allí me orientaron a hacer una cadena de oración los viernes, y esa paz fue en aumento. Empecé a tener un entendimiento que antes no tenía, y a medida que hacía las cadenas de oración, mi vida poco a poco iba cambiando.” —prosigue. Fue perseverando y practicando, un paso de cada vez y, conforme al mandamiento del Señor Jesús, tomó la decisión de bautizarse en las aguas y seguirle de todo corazón. Ya no tenía nada que perder, y sabía que Él tenía la verdadera vida que no había encontrado en ningun otro lugar. “Yo hablé con Dios con sinceridad. Quería seguirle. Ya había sufrido mucho. No quería hacer lo que yo pensaba y que me había hecho tanto daño. Me bauticé y seguir obedeciendo Su palabra.” Quien conoció a Mariló en sus peores momentos y ve ahora su semblante, percibe que ya no es la misma mujer limitada por problemas espirituales, sino que conoció la verdadera libertad.