En el libro de Hechos capítulo 27, encontramos el relato del accidentado viaje de Pablo a Roma.
Durante este viaje, lleno de graves incidentes, podemos comprobar que a pesar de las muchas dificultades y serios problemas por los que atravesaba Pablo, la relación de este con el Señor, permanecía intacta.
Se encontraba, Pablo, preso en una nave alejandrina que le conducía a Roma; estaba prácticamente sin esperanzas de sobrevivir, debido al peligro que corrían de naufragar en plena tormenta; una tempestad imprevista les había estado azotando durante varios días habiéndoles hecho perder el rumbo e ir a la deriva.
A pesar de este serio contratiempo, Pablo no había perdido su rumbo, él sabía que el Señor no le iba a abandonar, debía comparecer en Roma ante César como anteriormente le dijo, y así se lo manifestó al resto de las personas que se encontraban con él, a bordo de la nave, instándoles a confiar en el Dios de quien era y servía.
Nunca abandona el Señor a los que son suyos, aunque parezca todo lo contrario, por los peligros y dificultades con los que se encuentran en determinadas ocasiones.
Quizá si alguno de nosotros se hubiera encontrado en la situación en que se encontró Pablo, al aparecérsenos un ángel de Dios, asegurándonos que no íbamos a perder la vida, sino que era la nave solamente la que se iba a perder, quizá inmediatamente, nos hubiera venido a la mente, lo que les sucedió a los primeros discípulos, (creyendo que nos iba acontecer lo mismo) cuando navegando ellos también, aunque por diferentes motivos, en el mar de Galilea, se levantó una fuerte tempestad, calmándola el Señor Jesús a requerimiento de ellos.
En este caso no fue así, la tempestad no se calmó, a pesar de que muchas de las 276 personas que se encontraban en la nave, entre pasaje y tripulación, no sabían nadar; solo se calmó, la ansiedad y el miedo que tenían a morir ahogados, por la confianza que Pablo les supo transmitir, una vez consolado Pablo por el ángel que durante la noche le visitó.
La verdad es que en ocasiones, ya sea con intención o sin ella, nos vemos en situaciones muy delicadas, que no podemos controlar, teniendo que recurrir a la ayuda del Señor, rogándole que resuelva la situación en que nos encontramos, de la manera mas satisfactoria para nosotros.
Quisiéramos que la solución a nuestros conflictos o problemas, se resolvieran según nuestro criterio, convencidos que el Señor así iba a proceder, sobre todo cuando nuestras oraciones son contestadas afirmativamente.
Pero el Señor, generalmente suele tener un criterio distinto al nuestro, por lo tanto, soluciona las cosas de manera distinta a lo que nosotros deseamos, Porque en ocasiones necesitamos en vez de soluciones, lecciones. Una lección es la solución a un problema o situación.
Pablo, aunque ya había sido aleccionado en otras ocasiones, en este caso en concreto, aprendió a una vez mas, a aceptar y a confiar en el Señor ante esta adversa y peligrosa situación, entendiendo que dirigidos por el Señor, todo esta siempre, bajo su control.
En el caso del propietario y a la vez capitán de la nave en que viajaba Pablo, debía aprender este, a valorar antes que a la mercancía que transportaba, a las personas que en su nave viajaban; la lección consistió en que todo lo perdió, primero la mercancía y después la nave. Solo se salvó lo que es mas importante para Dios, su creación. ( El hombre)
El centurión, tuvo que atender los razonamientos de Pablo, cuando los marineros iban a abandonar la nave, dejándoles a merced del embravecido mar sin salvación alguna, ya que no le atendió en un principio, impidiendo que salieran a navegar, cuando no era tiempo para ello, como Pablo les indicó; así que aprendió este veterano militar, que a pesar de su rango, se deben tener en cuenta otras opiniones, quizá mas acertadas ante una dudosa situación, y en este caso concreto su falta de conocimiento del mar y de la navegación.
La tripulación y el resto de los pasajeros de la nave, pudieron comprobar, que donde se encuentre un hijo de Dios, siempre hay ángeles a su alrededor, cuidándole y confortándole; para que este a su vez y guiado por su Señor, reconforte y aliente a todos aquellos que se encuentren en su misma situación; aprendiendo de esta manera a confiar en la palabra de aliento, que Dios da a sus hijos.
Se cumplió exactamente lo que Pablo les dijo, de todo lo que el apóstol había recibido a través de un ángel enviado por Dios, nada faltó; no se calmó la tempestad, se perdió la nave y todo lo que ella había, pero todas las personas, incluso aquellas que no sabían nadar, se salvaron saliendo a tierra.
Es mas, aún siguieron aprendiendo una vez que llegaron a tierra; aprendieron a no juzgar por las apariencias, esperando que Pablo muriera por la mordedura de una víbora, considerándole un homicida. Aprendieron además, que a los que son de Dios, a los que Él ha llamado, todas las cosas les ayudan a bien, y que estos aprovechan cualquier oportunidad que tengan, aunque sea debido a un naufragio, a hacer y practicar el bien.
Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.
EXCELENTE PALABRA…OJALA PODAMOS SIEMPRE ENTENDER LAS ENSEÑANZAS QUE DIOS NOS QUIERE DAR EN CADA UNA DE ESAS EXPERIENCIAS NO TAN BUENAS QUE NOS HA TOCADO VIVIR… Y SI VIVIMOS DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS, DEBEMOS RECORDAR QUE «PARA LOS HIJOS DE DIOS, «TODAS LAS COSAS LE AYUDAN A BIEN». EL SALMO 23 DICE «SU VARA Y SU CAYADO ME INFUNDIRAN ALIENTO». DIOS TE ENSEÑAR CON SU «VARA» Y TE GUIARA CON SU «CAYADO». FELIZ SEMANA LES DESEO DESDE COLOMBIA